Una semana después...
¡Odio estos malditos días de regla!
En serio detesto pasar por esto, pero ni modo.
Llevo dos días y ya no soporto ni un día más. Lo peor es que ya es lunes y me toca ir a la empresa, y así no tengo ni un gramo de energía para ir.
Ya que, debo ir igual o de lo contrario, mi jefecito preguntara por qué y me da mucha vergüenza decirle.
A veces me pregunto, ¿por qué las mujeres debemos llevar la mayor carga de todo?
Le ayudaba a Madeline a preparar la mesa para el desayuno cuando la silueta de mi jefe apareció por la entrada.
—Buenos días, señoritas —saludó acercándose a mí y me plantó un beso en los labios.
Me quedé mirándolo confundida hasta que recordé a Madeline.
«De seguro fue por apariencia. Sí, eso debe haber sido.»
—Buen día —contesté mientras le dejaba su café al frente suyo.
—Buenos días, señor —saludó Madeline, ayudándome—. ¿Cómo durmió?
—Bastante bien, gracias por preguntar. —¿Fui yo, o dijo «Gracias»?
—Me alegro, señor. Estaré en la lavandería por si me necesitan —informó.
—Claro. Gracias, Madeline —contesté.
Tomé mi taza de la isla y me fui a sentar al lado de él, pero tuve que respirar profundo porque me dio un fuerte cólico, para luego sentarme.
—¿Qué pasa? —preguntó.
—Nada.
—Dime, Paula —gruñó.
Iba a decir nuevamente que nada, pero su cara me asustó. El problema era que no sabía cómo decirlo sin que me diera vergüenza.
—Bueno... me duele un poco la cabeza, pero ya se me está pasando.
—¿Segura? —preguntó arqueando su ceja.
—Sí.
—Bien.
Terminamos el desayuno y marchamos al trabajo.
Al llegar entramos y subimos hasta su despacho.
Lo que más me pareció gracioso fue que cuando saludé a Sharon noté las miradas de María y sus secuaces, y cuando las miré fijamente me corrieron la mirada.
Cada uno se fue a su puesto y así fue pasar cuatro horas entre papeleos, cólicos y un humor tedioso.
El teléfono que me conecta con mi jefe sonó y no pude evitar responderle algo cortante...
—¿Qué necesitas? —Tardó unos segundos en responder.
—Necesito que me acerques los registros de balance de la revista Kovac-News, por favor.
—Claro, ya te los alcanzo.
Caminé hasta el archivador y busqué lo pedido. Al llegar a su puerta golpeé y entré en eso.
Su mirada se encontró con la mía y muy seria, a decir verdad.
¿Y ahora qué hice?
—Aquí está lo que me pediste. —Puse los papeles sobre el escritorio y me le quedé mirando.
—¿Qué te sucede? —preguntó serio.
—¿Por qué la pregunta?
—Por la manera en la que te dirigiste a mí.
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Soy la esposa de mi jefe ©
RomancePaula ve una escena nada agradable de su mejor amigo teniendo sexo con la novia de su jefe, en la oficina del último piso y para no meterse en problemas, se hace de la vista gorda dirigiéndose a su escritorio para retirar su celular, en su transcurs...