Connor y Corinna yacían sobre su cuna plácidamente. Así se llamaban mis bebés.
Connor era la viva imagen de Ethan y Alessandro. La mayor parte de rasgos los había heredado de ellos, en cambio, Corinna se parecía mucho más a mí. Tenía también tez blanca, pero sus rasgos eran más voluptuosos y no tan refinados como Connor. Y a pesar de ello, se parecían bastante para ser mellizos.
Él era tranquilo y quejoso cuando necesitaba algo; ella era dramática y caprichosa. Había comprendido que ella era la que exigía comida constantemente.
Con un mes de nacidos había aprendido mucho de ellos como también de ser madre primeriza. Había llorado de impotencia, desvelado, paniquiado y reído a causa de mi hijo e hija. Mi familia estuvo gran parte del mes, embobados por ellos y ayudándome, por supuesto.
A sus abuelos se le caía la baba cada que estaban con ellos. De sus tíos, ni hablar, parecían lobos sobreprotectores. En comparación con la familia de Alessandro, evidentemente, el único que mostró y sigue mostrando interés en mis hijos es únicamente su abuelo. Hasta el hermano de Alessandro ha venido más veces que su madre. Yzma sigue resentida en lo que se refiere a mí y ahora más por sus nietos.
No voy a mentir, si se siente feo que rechacen a mis hijos, pero también tengo muy claro que basta con el amor que Alessandro, mis cercanos y yo le brindemos para que sean felices.
—¡Paula! —chilló Rogelio chasqueando sus dedos.
Olvidé por completo el hecho que Rogelio y Alan estaban aquí.
—Lo siento, estaba distraída. ¿Qué me decías?
Puse las galletitas en el horno para que se hornearan.
—Sí, ni me sorprende que vueles en tu mundo. Te preguntaba si Alessandro llegaba tarde hoy.
—Ah, no, hoy no. Bueno, en realidad llega más temprano de lo normal —le decía mirando el reloj de la pared.
—Me lo imaginaba.
—¿Por qué lo preguntas?
—No, por nada en específico. Es solo... que...
—No quieres estar aquí cuando llegue, ¿cierto?
—Exacto —respondió, esta vez Alan mientras acurrucaba a Corinna en sus brazos.
Rogelio lo miró pésimo.
—Relájate, Rogelio. Lo tuyo fue tema pasado. No te comerá.
—Eso díselo a la cara de él. Cada vez que topamos miradas, la suya parece querer comerme.
—Me parece extraño de tu parte que no recuerdes como es Alessandro. Acuérdate como era en la empresa, él no ha cambiado respecto a esas actitudes.
—Sí, es cierto. Aun así, ya deberíamos irnos, Alan.
—¿Ya? Pero quería probar las galletitas de Paula y además quiero dormir al pequeño, ya que tú no lo pudiste hacer como yo con Corinna.
Eso me hizo reír. Era verdad, Rogelio tenía en sus brazos a Connor, pero mi hijo en vez de dormirse lo miraba atento, muy serio de su parte.
—Eso he intentado, pero cómo quieres que lo haga si este niño tiene la mirada aterradora de su padre y la verdad que no soy capaz de sostenerla.
—¡Rogelio, es un bebé solamente! —expresó con euforia Alan.
Me divertía mucho viendo sus tontas discusiones.
—Yo creo que deberían quedarse a comer...
—Sí...
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Soy la esposa de mi jefe ©
Любовные романыPaula ve una escena nada agradable de su mejor amigo teniendo sexo con la novia de su jefe, en la oficina del último piso y para no meterse en problemas, se hace de la vista gorda dirigiéndose a su escritorio para retirar su celular, en su transcurs...