Tres días después....
¿Alguna vez escucharon decir que cuando se piensa que la tormenta había pasado, pues era falso y solo era el ojo de la tormenta? Para que luego volviera ella a toda potencia.
Pues eso estaba viviendo yo. Han pasado tres días bastantes pesados. Y el culpable de ello no es ni más ni menos que el jefecito supremo.
¡Claro! Al señor no sé qué bicho le picó y ha estado insoportable y quienes han pagado las consecuencias de sus rabietas benditas hemos sido Ethan y yo, lamentablemente.
Volví a la oficina, a mi puesto de trabajo, cosa que me costó muchísimo porque el mismísimo Dios de los Olimpos, o sea, mi jefe. Se le metió en su cabeza hueca que la esposa de un empresario y magnate muy reconocido internacional no podía seguir con su labor de secretaria.
«¡Pero que estupidez tan grande!»
Así que luego de discutir más o menos una hora con el tira y afloja, pude convencerlo de seguir allí. Ese fue uno de nuestros problemas, luego me enteré de que ha tenido problemas con una firma hotelera muy importante, no me pregunten sobre qué motivo, porque el Dios de los Olimpos no me ha contado.
Ah, se preguntarán por qué lo llamo así, pues antes de ayer nos pusimos a ver una película con Ethan y apareció un actor tan parecido a mi jefe supremo que no pude evitar pensar en él y bueno, el joven era un Dios de los Olimpos.
En cuanto a mi vida de casada, no mucho por contar. Debo hacer el rol de esposa, madre ejemplar y trabajadora bien honrada como lo soy. Cosa que me siento orgullosa de ello. Ethan y yo hemos pasado el mayor tiempo, ya que su padre con el tema del problema no ha podido estar mucho tiempo con nosotros.
A veces me pongo a reflexionar que él me dijo que quería otro hijo, pues no le da la atención que se merece a Ethan, ¿cómo hará con otro?
Esas son incoherencias que no entiendo de su parte, además que no tengo ni idea para qué quiere otro. Lo que si estoy más que segura es que yo no se lo daré.
El sonido de la línea que me comunica con el despacho de mi jefe me saca de mi trance.
—¿Señor? —¿Debería comenzar a decirle por su nombre o esposo?
—A mi despacho —me ordenaba.
—Por supuesto.
¿Y ahora que me reprocharás?
Al entrar se encontraba con su mirada puesta sobre su laptop. Y sus estúpidos lentes lo hacían parecer muy sexy.
—Necesito el informe de los últimos dos meses.
—¿Del hotel?
—Obviamente. —No pude evitar matarlo con la mirada.
¿Este se cree que tengo la bola de cristal para saber su pensamiento?
—Bien. ¿Algo más?
—Sí, también quiero el expediente de las finanzas del hotel «Supremacy» y el balance de los porcientos sacados sobre las ganancias rendidas.
—¿Alguna otra cosa? —preguntaba con mi mirada lista para anotar sobre la libreta.
—No, solo eso, pero te agradecería si me traes un café. Sabes como lo tomo. —¿No quieres que también te lleve al baño?
«Muérdete la lengua, Paula, que no estás para soportar sus berrinches.»
—Enseguida te lo traigo.
Salí e inmediatamente marqué al buffet que se encuentra en el segundo piso.
—Hola, ¿qué se le ofrece? —Por su voz sabía que era Kate, la chica que se encontraba en caja y atendía los pedidos. Era la única que conocía un poco más de lo común.
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Soy la esposa de mi jefe ©
RomancePaula ve una escena nada agradable de su mejor amigo teniendo sexo con la novia de su jefe, en la oficina del último piso y para no meterse en problemas, se hace de la vista gorda dirigiéndose a su escritorio para retirar su celular, en su transcurs...