》CAPÍTULO 56《

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Miraba mi estómago abultado, bastante a decir verdad para tener casi tres meses. Acariciaba a mi hijo o hija, todavía no sabíamos el sexo.

Era extraña la sensación de tener a alguien dentro de mí. Había pasado por varios cambios que me dejaban en shock cada vez que algo nuevo se mostraba en mi cuerpo.

Había experimentado náuseas, fatiga, antojos acompañados de muchos cambios de humor, claramente, y últimamente mis senos habían empezado a doler cada que los tocaba. Y eso a Alessandro le había comenzado a gustar, ya que, le encantaba masajear y jugar con ellos. Era como una nueva obsesión para él.

A pesar de eso, hasta el momento no había podido lograr su objetivo, que mi bebé se moviera cuando él le hablaba. Todas las noches se acurrucaba sobre mi vientre y le hablaba unas cuantas palabras, más no lograba ningún efecto en mi frijolito. Yo también sabía hacerlo cuando me encontraba a solas, pero tampoco se mostraba resultado alguno.

Una luz me encandiló causando que me asustara y girara hacia atrás. Alessandro sonrió tiernamente mirando su teléfono entre sus manos y luego a mí.

—Sabes que no me gustan las fotos estando desprevenida —rezongué ladeando mi cabeza.

—Son recuerdos, mi amor. No te enojes —se justificaba mientras caminaba hasta mí pasivamente.

Obviamente, se aseguraba de que no le tirara con algún objeto. Con mis tantos cambios de humor había aprendido por las malas a no jugar conmigo. Llegando a mí se relajó y tomó lo que podía de mi cintura.

—¿Te encuentras bien?

A sí, eso es porque hace unos minutos estaba llorando como una desquiciada debido a me vi como un hipopótamo y me sentí tan mal que terminé comiendo frituras y eso empeoró más mi angustia. Luego entendí que era obvio tener estos cambios en mi cuerpo, puesto que tengo una criatura viviendo en mí, ahí terminé de calmarme, pero ya había cometido el error de lanzarle por la cabeza con las chanclas a mi esposo. Tanto que lo corrí de la casa llevándose a Ethan con él.

—Si lo dices por lo de hace un momento, pues sí. Fueron las hormonas alborotadas, solamente. —Sonreí inocente.

—Creo que te excusas mucho con esas dos palabras.

—No es mi culpa que tu hijo lleve en la sangre tu misma bipolaridad.

—Yo no soy bipolar.

—Si lo eres, cariño. O debo recordarte como eras tú yo del pasado.

—Mira, en esta te daré la razón, solamente para que no te enojes nuevamente y esta vez me arrojes la silla. —Sabía que había ganado y gustosa sonreí triunfante viendo su cara de perdedor.

Sus manos pasaron a mi vientre y lo acariciaba suavemente, haciendo que me relajara cada que hacía eso mientras lo observaba embobada.

—Oye... Creo que no te estás alimentando bien, has perdido peso, últimamente.

Lo noté hace unos días, no era muy visible a simple vista, pero lo conocía de hace unos años y sabía que su cuerpo se encontraba con algunas libras menos.

—No lo había notado, seguramente es lo que hago caminata más seguida —dijo indiferente para después arrodillarse y dejar besos sobre mi panza.

Se me hizo algo extraño, pero no rechazaba que podía llegar a ser eso.

—Mi familia llegará en un par de horas. Los preparativos ya están bien hechos por Madeline y las cajitas también están preparadas.

—Perfecto. Solo faltamos nosotros, entonces.

Soy la esposa de mi jefe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora