Sentía como iban desplazando caricias por toda mi espalda desnuda a medida que dejaban besos húmedos en ella.
Sin otra opción tuve que abrir mis ojos para ubicar a quién o qué interrumpía mi sueño. Dejándome ver a mi esposo con una sonrisa muy linda, a decir verdad, acostado aún lado de mí y con sus ojitos brillosos.
—Buen día, cariño.
—Buenos días. —Sonreí—. ¿Qué hora es? —cuestioné girándome de lado para mirarlo.
—Las nueve de la mañana. A levantarse, perezosa. —Hice un mohín negando con mi cabeza.
Estaba demasiado cansada. Obtuve mucha acción anoche. Fue bastante agitada.
Además, si me pagaran por dormir ya debería ser millonaria, lamentablemente eso no es posible.
—Y si mejor nos quedamos así —comenté mientras me pegaba a él para convencerlo.
Y obviamente notó mi intención por su risa ronca.
Iba a responderme, pero los golpecitos insistentes nos pusieron en alerta, sabiendo quién era.
¡Carajo! ¡Señor todopoderoso, no lo permitas!
Y nosotros desnudos. Ethan no se puede traumar por nuestra culpa.
Saltamos de la cama y comenzamos a vestirnos apresurados con lo primero que encontrábamos, tanta era la prisa que hasta un bóxer de Alessandro me puse sin darme cuenta, lo noté cuando lo tenía cubriendo mi intimidad.
—¡Mami! ¡Papi! —chillaba haciendo sus golpeteos más fuertes.
¡Miércoles!
—¡Ya te abro, hijo! —gritó Alessandro poniéndose su camisa.
—¡Auch!
¡Ay, joder! ¡Por la mismísima mierda!
Me acabo de pegar con la puerta del armario por ir poniéndome un jogging cualquiera.
—¿Estás bien? —preguntó él a punto de reír.
—Sí, y ni se te ocurra reírte en este preciso momento.
—No hice nada. —Alzó sus manos en forma de inocencia—. Ya, apresúrate...
No alcanzó a terminar, ya que la puerta se abrió con fuerza, quedando de par en par y entró mi pequeño enfadado caminando hacia nosotros cuando apenas logró divisarnos.
Al menos ya teníamos gran parte de nuestra ropa.
¿Quién dijo que tener privacidad con un niño es fácil?
Ahora entiendo por qué mamá nos mandaba a dormir muy temprano.
—¿Por qué no me querían abrir? —Que tierno se ve enojado.
—No es eso, cariño. Si no que... —Inventa Paula.
—Estábamos recién despertando. No te enojes y vamos a desayunar, campeón —intervino rápido Alessandro y lo tomó en sus brazos para luego salir del cuarto.
Rápido me quité lo que había alcanzado a colocarme y me puse un conjunto deportivo.
Llegué al comedor y ya habían comenzado a desayunar, así que los acompañé.
—Ethan, debemos decirte algo —comunicó Alessandro de repente. Lo miré dubitativa sin entender a qué se refería.
—Mami, se irá —expresó con carita de susto.
—¿Qué? No. ¿De dónde sacaste esa idea?
—¿Por qué pensaste eso, mi vida? —cuestioné.
—Es que cuando pones esa cara seria siempre es algo que no me va a gustar.
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Soy la esposa de mi jefe ©
Любовные романыPaula ve una escena nada agradable de su mejor amigo teniendo sexo con la novia de su jefe, en la oficina del último piso y para no meterse en problemas, se hace de la vista gorda dirigiéndose a su escritorio para retirar su celular, en su transcurs...