》CAPÍTULO 54《

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Decidimos con Alessandro decirle la noticia a Ethan pasando al día siguiente.

Llegando a la lujosa mansión de la residencia había varios autos aparcados, todos de alta gama claramente. Las decoraciones eran hermosas. Muy chic. Todo adornado con detalles de Halloween. Elegante y a la vez terrorífico.

Mi esposo abrió la puerta de Ethan y lo tomó desde el asiento mientras lo esperaba a su lado para después entrelazar nuestras manos y entrar con todos los flashes de los fotógrafos.

Alessandro no quería que saliese sola y si lo hacía era con gorilas, al igual que pasaba con Ethan. No quería ningún periodista merodeando cerca de nosotros, dos por precaución a Evelyn y todo aquel tema. Estaba más sobre protector de lo común.

Aquella mansión era, como de previsto, enorme y lujosa. Podrían entrar tranquilamente unas trescientas personas. A lo sumo había unas cien. Se suponía que era solo para los que vivíamos en la zona, pero se agregaron amigos, además de las familias.

Nos quedamos en un rincón cerca de la mesa de dulces. Muy mala idea, a penas la vi la quería solamente para mí. Me entretuve mirando los diferentes disfraces para no ir a saquear todas las delicias puestas en las mesas. Algunos estaban súper geniales. Menos mal no había ninguna mujer luciendo algún traje atrevido. Lo agradecía por los niños.

—¿Dónde están los tíos, papi?

Ethan miró a su padre aún en sus brazos, buscando una respuesta. Así había comenzado a llamar a Valentina y Nathan. Ellos también vendrían por invitación de mi esposo.

—Están por llegar, hijo.

El pequeño asintió.

—Iré por unos dulces —comenté sin poder aguantar más mis ganas.

—Vale, ve con Ethan y no se alejen mucho de mí.

—Como diga, mi capitán —le dije con sarcasmo agarrando a Ethan.

Apuesto que a mi hijo y a mí nos brillaban los ojos cuando estuvimos delante de esos apetecibles manjares.
Cuando saboreamos estos, nos miramos con él y nuestras caras estallaron de felicidad.

—Dejen un poco para los demás, glotones —vociferó mi hermana provocándonos un susto.

—¡Miércoles! —chillé tocando mi pecho—. Sabías que podríamos habernos atragantado, Valentina.

—Lo dudo de ti, dicen que yerba mala nunca muere.

—No empieces.

—Hola, cariño, ¿cómo está el mejor sobrino del mundo? —cuestionó ella ignorándome y tomando a Ethan.

—Te estaba esperando, tía —mencionó emocionado con su boca, toda manchada de glaseado.

—Me alegra saberlo, príncipe. Vamos a bailar hasta el cansancio, ¿cierto?

—Por supuesto por eso vinimos, ¿verdad, mami?

—Claro que sí, cariño.

Además de comer. Al menos para mí porque tragaría hasta que mi estómago no quisiera más.

—Entiendo que debes comer doble, pero deja algo para los demás invitados, Paula —murmuró mi hermana bajando a Ethan para que aprovechara a seguir comiendo.

—¡Habla despacio! Ethan todavía no sabe.

—¿Le dijiste a Alessandro?

—Sí, antes de venir. Tuve náuseas y un pequeño sangrado nasal.

—¿Y cómo reaccionó? —inquirió, mirándome atenta.

—No puede más de la felicidad. Está muy feliz —respondí con una sonrisa.

Soy la esposa de mi jefe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora