—¡Alessandro!
—Tranquila, Paula.
Valentina apareció a mi lado. Me encontraba en una camilla de hospital. Mi cabeza punzó muy fuerte y mareos llegaron a mí.
—¿Dónde está?
—Él... sigue recuperándose, pero trata de hacerlo tú primero.
—Quiero verlo. —Tuve el intento de levantarme, pero mi hermana me frenó.
—No, lo tienes que hacer tú primero.
Suspiré pesadamente.
—¿Y mis hijos?
—Ellos están bien. Se quedaron con Madeline en la mansión.
Asentí paulatinamente.
—Fue todo tan rápido... no quería que le pasase eso... yo...
—Cálmate, hermana. Alexander me contó todo. Comprendo como te sientes, pero en este momento tienes que ser fuerte por tus hijos que te necesitan.
Tenía razón. Tengo a tres pequeños que dependen de mí.
—Es verdad. Solo... me siento culpable. —Un sollozo escapó de mi boca.
El abrazo de mi hermana descompaginó mis sentimientos.
—No te hagas esto, Paula. Fue un accidente.
Nathan entró con signo de cansancio. Al parecer él atendió a Alessandro y me dejaba más tranquila ello.
—Qué bueno que estás despierta.
—Hola.
—¿Cómo te encuentras? —cuestionó revisándome.
—Ya mejor.
—Eso es bueno.
—¿Cómo está Alessandro?
La conexión de miradas que hubo entre él y mi hermana me hizo dudar de lo que me había dicho Valentina hace un momento.
Él carraspeó incómodo.
—Tratando de recuperarse, pero...
—Dime la verdad, Nathan. Basta de secretos —hablé con seriedad.
—Paula, es mejor que te... —intervino Valentina.
—¡Estoy bien!... Solo hablen de una buena vez.
—Alessandro se encuentra en coma.
—Oh, Dios...
Las lágrimas nuevamente bajaron quemando mi piel.
—Respira, Paula.
—Pero, ¿estará bien?
—Hasta el momento va evolucionando bien. Esperemos que siga así. Puede que esté así por unos cuantos días, semanas o...
—¿O qué?
—Meses.
Ardía mi pecho muy cruelmente. Un incendio estalló en mi corazón.
—Quiero verlo.
—Por supuesto. Deja y te ayudo.
Así lo hizo. Me acompañaron hasta la habitación completamente solitaria y vacía.
Se sentía fría, o tal vez era yo.
Tubos y máquinas era lo único que veía. Su cara estaba pálida con algunos moretones. Su piel tersa y blanca se encontraba fría. Y debajo de sus ojos había pequeñas manchas azuladas.
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Soy la esposa de mi jefe ©
RomancePaula ve una escena nada agradable de su mejor amigo teniendo sexo con la novia de su jefe, en la oficina del último piso y para no meterse en problemas, se hace de la vista gorda dirigiéndose a su escritorio para retirar su celular, en su transcurs...