》CAPÍTULO 50《

12.2K 758 51
                                    

Toda la ceremonia había comenzado ya hace varios minutos. La situación entre Valentina y Nathan había disminuido un poco, aunque debes en cuando sabían mirarse desafiándose para ver cuál de los dos bajaba la mirada, cosa que no se lo permitían ninguno, hasta que Alessandro o yo debíamos hablarles, distrayéndolos.

En la mesa nos encontrábamos nosotros cuatro. Mi esposo y yo juntos y Valentina con Nathan a cada lado de nosotros.

Entre tanta palabrería y agradecimientos estúpidos ya comenzaba a darme sueño.

Todo mi cansancio y aburrimiento se desvaneció en un chasquido de dedos en el momento que algo vibró en mi intimidad. Me asombré tanto que involuntariamente me moví sobre el asiento. Miré rápidamente a Alessandro, pero éste, solo miraba hacia el frente con una media sonrisa en su boca. Era obvio que lo hacía a propósito.

El aparato empezó a vibrar en mi interior sin parar. Tuve que contener los gemidos y jadeos que querían protestar, mis piernas se apretaron fuertemente y mi respiración se agitó.

Trataba de evitar que mi pecho subiera alborotado. Mis manos que reposaban sobre mis muslos se fueron al brazo de Alessandro, apretándolo, dando esto como señal que detuviera la vibración. Mi labio comenzó a doler a causa de que lo apretaba conteniendo los sonidos que querían salir. Sudaba frío y debes en cuando, inhalaba fuerte para calmar el fuego de mi interior.

Mis mejillas las sentía arder y los dedos de mis extremidades ya no los sentía a causa de apretarlos tanto.

-Alessandro... detente... -susurré muy excitada en su oído, apretando su mano entrelazada a la mía.

-¿Qué sucede, amor? -cuestionó irónico, burlándose mientras me miraba.

-Detenlo... ah... -solté un gemido al sentir que aumentó el nivel.

-Como quisiera sentir lo húmeda que estás -murmuró en mi oído mientras tanto mordisqueaba mi lóbulo.

-No me ayudas... para, se darán cuenta... -Efectivamente, observaba a mi alrededor paranoica de que nos descubrieran.

-Es excitante, ¿verdad?

-Sí... -jadeé en su oído y eso hizo que su cuerpo se tensara generando que su mano apretara mi muslo y la otra mi mano.

Me torturaba muy cruelmente, subía de nivel al máximo, dejando mi cuerpo al límite y cuando ya no aguantaba más volvía al nivel uno que lo sentía como una caricia al tener tanto éxtasis en mi cuerpo.

Me olvidé del mundo, de mi alrededor y todo lo que quería era expulsar mi liberación con urgencia. Hasta se me cruzó por mi mente ir al baño y quitarme las ganas yo misma, pero sabía que no me ayudaría si al fin y al cabo lo necesitaba a él.

-No... puedo más... -Lo miré con toda la súplica posible.

-Ruega que tu hijo no esté despierto al llegar. -Besó mis labios con dulzura.

Me dejó con ganas de más, pero entendía que era por la dignidad de ambos.

-Y para finalizar la maravillosa ceremonia, que mejor que la finalice nuestra querida, magnífica y mejor contribuyente a la causa de esta estupenda gala. Un fuerte aplauso, señores y señoras a... ¡Evelyn Adams!

Los aplausos llenaron el salón y desde un costado del escenario apareció una hermosa mujer caminando con una sonrisa perfecta hacía la presentadora.

Era muy refinada, hasta la manera de caminar era de una manera muy sofisticada, no sabía bien el porqué, pero le encontraba un leve parecido a alguien. Era pelirroja, cuerpo de una típica modelo de pasarela y un rostro de porcelana. De alguna manera me causó incertidumbre y a la vez un rechazo sin ni siquiera conocerla.

Soy la esposa de mi jefe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora