》CAPÍTULO 10《

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Estoy jodida, no mejor estoy muerta. La rueda de prensa es dentro de poco y yo no he estado supervisando a los encargados de arreglar la sala. Él odia que hagamos esto, estoy segura de que de esta no me escapo.

Joder, tengo mucho miedo de tocar la puerta, es como si fuera a tocar las puertas del infierno.

Pude entrar al edificio de inmediato gracias a Juan, pero me estoy demorando más en tocar la puerta de la oficina del jefe supremo. He estado parada enfrente de la puerta por lo menos más de cinco minutos en los cuales soy incapaz de alzar la mano y golpear. Esto es frustrante, no poder hacer esta simple función, pero mi cuerpo no responde.

<<Vamos Paula, solo tocas y ya, no es tan complicado>>

—Uf. Aquí voy, suerte o muerte.

—SEÑORITA PAULA. —¡Ay, Diosito santo!

Mi cuerpo sufrió un infarto en estos precisos momentos. No se puede asomar sin hacer que me dé un paro cardíaco. Ya se le ha dado la costumbre de asomarse detrás de mí.

—¿Sí, señor? —Me di vuelta lentamente, bajé la cabeza como siempre. En el trabajo hay que ser una y en lo demás otra.

—Veo que tuvo el atrevimiento de volverse atrasar. —Miércoles, ¿cómo es que se entera de todo?

—No. No señor, lo que pasa es que...

—No quiero escucharla. Sabe que odio que me den excusas cuando incumplen una simple función. —Sabe que odio que me interrumpan.

Es un grandísimo idiota. Mejor me muerdo la lengua o si no estoy bajo tres metros sobre el suelo.

—¿No va a decir nada? —Él mismo quiere que no diga nada y ahora quiere que hable. ¿Quién entiende a los hombres?

—Pero usted acaba de decir que no quiere escucharme. —Hace apenas unos minutos acaba de ordenar eso.

—¿Tiene el atrevimiento de faltarme el respeto? —Quiere que le conteste y lo hago. Y ahora dice que le estoy faltando el respeto. Esto es peor que sufrir un regaño de mi madre.

—Señor, yo no quiero faltarle el respeto, no veo...

—Entre en este preciso momento en mi despacho. Ahora. —Si creí que era un idiota, ahora creo que es un tarado hijo de su grandísima chingada.

De mala gana abrí la puerta y entré a la oficina tan enorme e imponente como siempre, no me gusta ingresar a este lugar, ósea mi color favorito es el negro, pero aquí es como si te asfixiaras.

—Sabe que usted aún no es mi esposa para que me hable de esa forma.

—Disculpe, señor, pero el inconveniente sobre ese asunto... —Me dio escalofríos solo de imaginarlo yo junto con él en el altar. No pude dormir por esa pesadilla—, ¿podría haber otra solución para que yo no termine...?

—No. —Vaya, veo que en serio debe encantarle interrumpirme.

—Señor, podemos por favor...

—No, es mi última palabra para esto. —Se está comportando como un niño malcriado.

—Señor, ni siquiera me deja hablar.

—Sé, a donde quieres llegar, pero no hay vuelta atrás. No puedes retractarte sobre el matrimonio.

—Pero señor, yo no...

—Basta Paula. Esta es mi última palabra, no hay por qué discutir sobre este asunto. —No puedo creer que me esté ordenando. ¿Qué se cree? El rey del mundo o cualquier otra cosa para que me esté ordenando casarme con él. Primero era una amenaza y ahora es una orden.

Soy la esposa de mi jefe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora