-¿Qué te sucede? -preguntó mi esposa con deje de susto en su voz.
Volteé la cabeza, ya que estaba boca abajo sobre la cama y la vi acercarse con preocupación.
-Me duele un poco la espalda, solo es eso. Estuve siete horas en una silla.
Debía seguir los asuntos restantes sobre la empresa para descansar realmente las vacaciones, y más que a las cuatro de la madrugada salíamos a San Francisco, el hogar donde nació mi esposa. No quería que nada me interrumpiera luego, por eso después de estar con ella y darme una relajante ducha, volví a encerrarme en mi despacho.
-¿Quieres un masaje?
-Te lo agradecería. -Sonaba muy bien la idea.
Quité mi camisa y la dejé a los pies. Me recosté nuevamente, sentí las suaves manos de ella, pero al instante giré mi cabeza frunciendo mis cejas.
-Debes subirte en mi espalda, preciosa.
-Pero te haré daño.
-Debes hacerlo o lo harás mal. No te preocupes, no me harás daño.
Solo quería tenerla encima de mí, la sensación era indescriptible.
-¿Te habían dicho que eres muy caprichoso?
-Lo sé, pero nadie se ha atrevido a decírmelo. Al menos hasta ahora.
Eso era lo que me gustaba de ella. A veces era muy directa.
-Siempre hay una primera vez.
Subió encima de mi espalda y comenzó a masajear esta. Me dediqué a relajarme, todo iba bien hasta que comenzó a moverse sobre mi espalda baja, noté que lo hacía sin intención alguna, solo buscaba una postura cómoda. Aunque a mí sí me calentó.
Mi instinto natural masculino se encendió como sensores y como pude me di vuelta tratando que ella no se apartara dándome espacio a mí. Lo que menos quería era que se bajara. Quedando ahora frente a frente, noté su cara de inquietud.
-¿Tan mal lo estaba haciendo?
-Al contrario, pequeña. -Atraje su cara tomándola de sus mejillas para acercarla a la mía, quedando curvada sobre mí-. Tan bien lo hiciste que me la pusiste dura -susurré.
-¡Alessandro! -reclamó con gracia y sus mejillas enrojecidas.
Se apartó, no sin antes darme un leve golpe en el pecho. Volviendo a quedar derecha y con la cabeza ladeada.
-Deberías estar feliz, no cualquier mujer pudo hacer eso -comenté sobando su vientre perfecto para que algún día albergara mi legado.
Pensé que con Ethan sería suficiente, pero al parecer no fue así. Por mí, me pondría a fabricar en este preciso momento a nuestro hijo, sería hermoso sabiendo que tendría los preciosos rasgos de su madre. Apartando mis anhelados deseos, sé que ella no está del todo preparada para esa responsabilidad.
Y la entiendo, todavía es joven y tiene sed de experimentar cosas nuevas, no como yo, que ya tengo una vida mucha más transitada. Sumándole la experiencia de tener un hijo y lo que conlleva eso.
Salí de mi trance cuando volvió a moverse sobre mi entrepierna. Sostuve sus caderas, apretándolas para que parase.
-No querrás seguir haciendo eso, a menos que quieras cabalgarme. -Levantó sus cejas y entreabrió sus labios.
Me imaginé la mejor escena cuando hizo eso.
-¿Te ayudo? -inquirió mirando mi abultado pantalón.
No había notado que tenía los ojos cerrados fantaseando con ella, y menos que se había movido más atrás dejando a la vista mi bulto.
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Soy la esposa de mi jefe ©
RomancePaula ve una escena nada agradable de su mejor amigo teniendo sexo con la novia de su jefe, en la oficina del último piso y para no meterse en problemas, se hace de la vista gorda dirigiéndose a su escritorio para retirar su celular, en su transcurs...