Marzo...
Hacía muy poco que el sol había comenzado a asomarse y yo ya me encontraba preparando el doble desayuno para mis dos hombres de la casa. En este día tan pacífico que lucía, mi esposo e hijo estaban de cumpleaños.
Un treinta de marzo decidieron llegar a este mundo cruel, pero con cualidades únicas y brindando rayitos de sol como lo hicieron conmigo.
Las tostadas saltaron de la máquina, así que me dispuse a sacarlas sin quemarme y llenarlas de mermelada. Mientras arreglaba todo en la bandeja tratando de no olvidar nada, se podía presenciar el silencio en la mansión y el nítido canto de los pájaros. No era tan temprano, pero quería ser yo quien fuese la primera en darles el desayuno a ellos o de lo contrario Madeline me ganaría de ante mano.
Además, anoche no pude dormir muy bien, los bebés estuvieron muy inquietos y los calambres tampoco ayudaron mucho. Era extraño porque no solían moverse muy seguido y cuando lo hacían siempre era cuando me encontraba sola. Al parecer saldrán con el mismo carácter de su padre.
Por último, puse las cucharas y tomando la bandeja sin caerme en el intento, empecé a subir las enormes escaleras. Entrando ya en el sexto mes no podía desplazarme con total libertad.
Llegando a la habitación de nosotros, la primera imagen fue ver a padre e hijo abrazados muy tiernamente yaciendo sobre la cama y un lindo sabueso al lado de esta. No pude evitar tomar mi teléfono, dejando la bandeja en el buró y sacarles unas cuantas fotos. Ethan ya tenía la manía de venir a la madrugada y acostarse en el medio de Alessandro y yo.
Los pequeños ojitos de mi hijo comenzaron a abrirse desorientado hasta localizarme cerca de la cama aun con el teléfono.
—Buen día, mi vida... —susurré acercándome para darle unos cuantos besos en su rostro—. Feliz cumpleaños, cielo.
—Gracias, mami —soltó abrazando mi cuello con sus brazitos.
—¿Reunión familiar sin mí? —La voz de Alessandro me hizo suspirar por lo ronca que sonaba.
«Este maldito tenía poder en mí con aquella arma.»
—No tengas celos, papi. Tú estabas durmiendo y mami no quería despertarte —dijo Ethan explicándole a su padre pasivamente.
Me encantaba como hasta de su padre me defendía.
—Está bien, te creo. —Le sonrió y luego tiró de su cuerpecito hacia él—. Feliz cumpleaños, campeón.
—También feliz cumpleaños, papi. Te quiero mucho.
Las malditas hormonas estaban haciendo de las suyas. Odiaba verme como una llorona.
Como si mi esposo leyera mi mente, su vista cayó en mí y largó una hermosa sonrisa hacia mí haciéndome derretir por sus adorables hoyuelos.
Ethan se apartó un poco para que yo pudiera recostarme también sobre el cuerpo de Alessandro. Obviamente, con dificultad a causa de mi barriga muy extendida.
—Feliz cumpleaños, cariño. —Besé sus labios en unos largos segundos—. Te amo.
—Yo mucho más, amor. —Sus ojos brillaban como también los de Ethan al observarnos así.
—Les traje un superdesayuno —comenté levantándome con lentitud porque si no terminaría llorando en sus fuertes brazos.
Busqué la bandeja y la acomodé en medio de la cama mientras ellos se acomodaban. Hice lo mismo con algo de ayuda de Alessandro y recosté mi cabeza en el cabecero viendo como se maravillaban con la vista. Había puesto todas las cosas que a ellos les encantaban, la pobre bandeja rebalsaba de la cantidad de cosas y decoraciones que tenía.
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Soy la esposa de mi jefe ©
DragostePaula ve una escena nada agradable de su mejor amigo teniendo sexo con la novia de su jefe, en la oficina del último piso y para no meterse en problemas, se hace de la vista gorda dirigiéndose a su escritorio para retirar su celular, en su transcurs...