Al separarme de él dejándole un pico, por último, me dispuse ir a la cama.
Por otro lado, él comenzó a quitarse su ropa, dejándola sobre el sillón.
Cuando me trepe sobre el colchón una mínima vibración atacó en mi interior haciendo que soltara un sonoro gemido asombrada. En ese momento me daba cuenta de que no me había quitado el pequeño aparato. Lo miré reprendiéndolo y su reacción fue sonreírme.
-Pensé que te lo habías quitado.
-Me olvidé. -Y era cierto, con todo lo que había pasado solo me cambié las bragas húmedas, pero olvidé quitarlo-. Lo hiciste a propósito, maldito.
-En realidad no, solo lo apagué, pero no me esperé que aún lo tuvieses. Aunque lo comprobaré de nuevo -comentó con burla volviendo a presionar el botón.
La vibración volvió a aparecer de inmediato. Tuve que apretar mis labios tratando de contenerme. Era muy placentero este estúpido juguete y él sabía claramente que me excitaba.
-Basta...
-¿Sabes? Creo que me debes unos cuantos orgasmos -comenzó a decir caminando hacia mí.
-Claro que no. -Me crucé de brazos mientras estaba con mis piernas, apretándolas por la sensación de humedad que había en mi entrepierna.
-Oh, claro que sí, amor. Y toda deuda debe ser pagada -soltó para luego tomarme como un costal de papas y llevarme en su hombro viendo como salíamos de la habitación.
-Bájame, cactus - demandé en murmurio para no despertar a Ethan.
Obviamente, a él le causaba gracia todo esto. Ni siquiera dejó que le gritara porque cuando reaccione estaba encima de él.
-¿Dónde me llevas?
-A que pagues tu deuda -dijo como si nada.
-Considero que esa situación sería al revés.
De pronto sentí una nalgada que retumbo en las paredes del pasillo oscuro.
-¡Auch! -protesté pegándole en su espalda con ambas manos-. ¡No te atrevas a hacerlo de nuevo!
-Eres mi esposa y lo seguiré haciendo cuando me dé la regalada gana. -Volvió a palmear, ahora, mis dos nalgas.
-¡Maldito, perro, insensible! -susurré.
Y que más podría esperar que me trajera a su cuarto morboso. Debí suponerlo desde un inicio. Cerró con seguro la puerta y me dejó acostada encima de la isla del centro. Iba a levantarme, pero su mirada me dominó.
Siendo franca me excitaba y me dejaba con temor esta faceta de él. Era toda una bestia al momento de tener relaciones sexuales.
-¿Qué me vas a hacer? -Era algo estúpida la pregunta, pero me refería más a qué actividad comenzaríamos.
Porque claramente en esta parte de su personalidad me dejaba sin palabras y con mucha intriga.
-Jugar con tu exquisito cuerpo, mi amor -sentenció con una mirada totalmente de lujuria.
Puso una venda sobre mis ojos y lentamente me quitó la camiseta enorme de él que traía puesta. Al no poder tener visión de lo que pasaba a mi alrededor, más, estar tumbada en un frío material, hacía que mis sentidos se agudizaran y cada sensación la sintiera potencialmente.
Me puse más inquieta cuando empezó a atar mis manos a los costados de mi cabeza.
-Tranquila, cariño. Disfruta la sensación -susurró en mi oído dejando un beso en mis labios en el camino.
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Soy la esposa de mi jefe ©
RomancePaula ve una escena nada agradable de su mejor amigo teniendo sexo con la novia de su jefe, en la oficina del último piso y para no meterse en problemas, se hace de la vista gorda dirigiéndose a su escritorio para retirar su celular, en su transcurs...