Íbamos en el auto en silencio. La charla había dejado algo tensionado el ambiente entre nosotros.
Dejamos a Ethan con su nana y nosotros marchamos a la empresa.
Tuve que subir la radio porque no me gustaba el momento incómodo que se había formado y en eso el teléfono de Alessandro comenzó a sonar.
¡Qué bien!
«¡Ahora ni música se puede escuchar!»
¡Uf!
—Habla Alessandro... Sí madre...
Lo que me faltaba, hasta a él le daba fastidio hablar con ella.
—Okay, te estaré esperando... Ya lo sé, madre... Adiós.
¡¿Tendría que aguantarla también a ella?!
No, Dios, porque mejor no me llevas.
—Mi madre irá esta tarde a casa —anunció mirándome cuando paramos en un semáforo—... y necesito que la ignores y no contestes a lo que ella diga, por favor.
—Eso dile a ella, no a mí. Yo no soy la que la ataca. —Será su madre, pero me tiene los ovarios por el piso con su arrogancia y prepotencia.
Y hoy no es mi mejor día para soportarla.
—Te lo pido, por favor. No tengo ánimos ni ganas de estar en discusiones absurdas. Yo me ocupo de ella, pero tú coopera, ¿si?
—Bien. —Suspiré y de nuevo seguimos el camino en silencio.
Al llegar, Alessandro, luego de bajarse, me abrió la puerta. Eso me gustaba de él, habitualmente era caballeroso en esos pequeños detalles, pero importantes para algunas mujeres.
A mí en particular no era que me dejara encantada porque soy bastante independiente, pero era un detalle que me agradaba viniendo de él.
Tomando mi mano entramos y con las miradas puestas en nosotros continuamos a su despacho.
Hace un tiempo que no venía. Se me hacía algo extraño.
Me senté y Alessandro se metió a su despacho. Así fueron las tres horas siguientes hasta el almuerzo que pedí unas pastas porque había mucho trabajo para ir algún restaurante como le gustaba a él.
—Correcto, los balances de estos hoteles están listos. Faltan los que tienes tú —informé mientras le pasaba las carpetas apiladas y ordenadas alfabéticamente.
—Gracias. Comamos y seguimos —propuso.
Le pasé su porción de comida y muertos de hambre comenzamos a engullir la sabrosa comida.
—Esta tarde hablaremos con Ethan sobre nuestro viaje —expresó de la nada sin dejar de comer.
—Vale.
Al terminar se metió al baño y yo ordenaba el escritorio, recogiendo y limpiando para luego que salió entrar yo para lavar mis dientes y hacer mis necesidades.
Al salir me dispuse a seguir con mi labor, pero en eso golpearon la puerta.
—Adelante —dio el paso.
—Permiso, señor, aquí están los informes que me pidió. —Era una recepcionista que siempre me rebajaba con la mirada.
Otra enamorada de Rogelio.
—Déselo a mi esposa. Puede retirarse —demandaba sin despegar su vista de su laptop.
De una mala manera me lo dio para luego largarse.
ESTÁS LEYENDO
Soy la esposa de mi jefe ©
RomancePaula ve una escena nada agradable de su mejor amigo teniendo sexo con la novia de su jefe, en la oficina del último piso y para no meterse en problemas, se hace de la vista gorda dirigiéndose a su escritorio para retirar su celular, en su transcurs...