》CAPÍTULO 38《

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—¿Ellos están juntos como papi y tú, mami? —preguntó Ethan antes que Rogelio me dijera algo.

¿Cómo le explico a la criatura que ellos son novios sin ser tan directa y que no quede confundido?

Nos mirábamos los tres con la boca abierta, moviéndola, pero sin emitir ni una sola palabra.

—Eh... Sí... Ohm... —No seas tan cruda, Paula— Ellos también son pareja como tu padre y yo, pero la diferencia es que ellos no están casados.

—Ah... Hacen bonita pareja —halagó con una sonrisa.

Es tan lindo, por Dios.

—Gracias —agradecieron ellos al unísono. Creo que no se esperaban esa reacción, bueno, ni yo. Pensé que sería más difícil de explicarle.

La camarera trajo las bebidas con unas galletas recién horneadas.

—Mami, quiero ir al baño.

—Bien, te acompaño. —Tomé su manito y lo ayudé a bajar de la silla.

—Esperen, yo también debo ir —dijo Rogelio.

Al llegar al baño le dije a Rogelio si le podía ayudar con su pantalón. Los esperé afuera por unos minutos hasta que salió Ethan primero y a los segundos Rogelio.

A penas lo vi, unas inmensas ganas de reír fue lo que quise hacer, pero tuve que aguantarme y a mi pequeño también le dio risa. Pero tan inocente, él le quiso avisar que llevaba sus labios pintados. Le alcancé a decir que no le dijera así lo veía Alan.

Cuando lo vio Alan reprimió una risa porque vio mi seña de que se callara.

Nos sentamos y hacíamos como si nada, pero tratando de no reírnos o se daría cuenta. Algunas personas que pasaban les daba gracia y él los miraba mal sin entender cuál era su risa.

Fue la mejor venganza que le pude haber dado.

—Pero, ¡¿qué carajos...?! —medio gritó cuando se dio cuenta la mancha que estaba en la taza.

Mi pequeño ya no aguantó y río con toda su fuerza, siguiéndole también Alan y yo.

Rogelio comenzó a pasarse los dedos por sus labios, dejando el producto en ellos.

—Paula, te voy a matar —refunfuñaba rojo de cólera y vergüenza—. ¡Maldita loca! ¡Con razón todos se reían de mí! ¡Y tú también que les cubres sus estupideces! —Ahora se fue contra Alan, pero este no podía soltar su estómago por la risa.

—Te dije que me las pagarías.

Bufó mientras terminaba de limpiarse.

—Te odio.

—Ya lo sé, querido, y que sepas que yo más. —Le saqué la lengua y me fui a pagar.

Al salir de la cafetería caminé a donde estaban esperándome.

—Vamos.

Tomé a mi pequeñín en brazos y salimos del centro comercial para adentrarnos en la camioneta. En el camino pasamos a dejar a Rogelio y a Alan.

—Gracias por traernos. Adiós, Ethan —saludó Alan mientras se bajaba del auto.

—Adiós —correspondió.

—Luego nos estamos hablando y por favor no pienses otra venganza, ya fueron suficientes en un día —proclamó mi querido amigo ladeando la cabeza en forma de súplica.

—No prometo nada. —Alcé mis manos al lado de mi cabeza con mis cejas levantadas.

—Eres imposible cuando te lo propones. —Suspiró y saludó a mi pequeñín—. Adiós, Ethan. Cuídate y no te dejes influenciar por Paula.

Soy la esposa de mi jefe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora