》CAPÍTULO 11《

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Cuando era pequeña le temía a la oscuridad y las alturas. Aunque ahora ya no le temo a la oscuridad y soy más fuerte cuando estoy en lugares altos, donde no reflejo mi miedo, esto me sobrepasa cada maldito minuto que pasa, siento que me estoy asfixiando cada vez más.

Estoy en la otra esquina de este ascensor, cuando recuperé mi movilidad me separé de él lo más rápido que pude. Necesito bañarme y sacarme esta ropa que me estorba. Mis mejillas están ardiendo y mis pies piden a gritos que los deje descansar. El jefe supremo está cerca de las puertas. Quiero salir de aquí, no tengo una vía de escape en ningún lado.

Cuando se abran estas puertas yo corro, pero primero debo ir al anterior piso donde sucedió el... cosas de las que prefiero olvidar, dejé mis zapatos ahí, debió ser tanta mi impresión que no me di cuenta de que ya no los tenía conmigo.

—Sí, habla Alessandro, ¿con quién hablo? —¿Cuándo sonó el celular que ni siquiera recuerdo escuchar algún sonido? Bueno, no importa mientras más distraído este mejor para mí, así puedo escapar sin problemas.

—Te digo que no... Entonces has que se vayan ahora. Se cancela la conferencia de prensa... Sí, ya lo sé... Adiós. —No sé de qué se trataba esa llamada, pero supongo que se relaciona con los periodistas de... ¡Joder! Ahora sí estoy en serios problemas. Que no se haya enterado de mi falta de participación en este suceso.

—Paula... —La perfecta imagen que tenía de su espalda desapareció para mostrarme su cara— Puedo saber, ¿por qué no supervisó la sala de conferencia? —No hay siquiera alguna cosa que la deje pasar.

—Bueno... Yo no pude supervisar los preparativos para la conferencia porque yo estaba escapando de usted.

—No será porque llego tarde. Que ejemplo está dando a los demás empleados —¿En dónde rayos entra eso de ejemplo a los demás empleados? Ni que fueran niños chiquitos que persiguen a su madre.

—No entiendo que tiene que ver lo de «ejemplo a los demás empleados» en este asunto.

—Paula, tú vas a ser mi esposa. —Y dale con lo mismo. ¿Es que mi martirio no va a terminar nunca? Mejor no le respondo para que no se enoje—. Cuando la prensa comience a investigarte no quiero que lo utilicen como medio de producción de chismes.

—Señor, está yéndose por las ramas o no coincide con lo que estaba preguntando.

—¿Y qué te he preguntado?

—Dios, dame paciencia, porque si me das fuerzas juro que lo... —¡Ups! Se me salió, no quería decir eso.

—¿Juras qué? Paula no tenemos tiempo para discusiones sin sentido. —Vez Dios lo que mandas, ¿por qué te llevas las ollas y desgastas las tapas?

No tiene sentido lo que está diciendo.

—Señor, le puedo... —«Clic». Ahora no solo es mi jefe, sino que también el ascensor me interrumpe.

—Paula, ¿qué estás esperando para salir? —Que usted se aleje de mi vista.

—NADA. —Cuanto desee gritar.

—¿Y tus zapatos?

—Se me cayeron. —¿Recién se da cuenta de este pequeño detalle?

—Paula, ¿eres una niña pequeña para comportarte así? —¿Y ahora qué le pasa?

—Espere, espere un momento, no se acerque... —Y como si yo no estuviera potestad, él se acercó a mí. Yo trato de alejarme, pero el ascensor no ayuda. Así que como de nuevo sentía vergüenza, me alzó y cargó como una princesa.

<<¡Dios en serio, tú me odias!>>

—Señor, por favor, bájeme, puedo caminar. —Esto es peor que la vez pasada. Si alguien nos ve será peor que en su casa, ni tan casa.

Soy la esposa de mi jefe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora