》CAPÍTULO 67《

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Alessandro

Lo tenía todo: dinero, fama, poder. Sin embargo, no la tenía. Sin ella, yo me quedaba vacío. Me sentía perdido y solitario en un gran desierto. La buscaba como si de agua se tratase y era mi única salvación.

Sé mentir, fingir y, aun así, sin ella a mi lado, me consumía cada vez que el sol se asomaba por el horizonte. Todos los días era el mismo bucle, el mismo calvario.

Anhelaba tanto responder sus preguntas, decirle la verdad y me odiaba tanto por hacerla sufrir.

Aquella vez en el hospital fue tan doloroso fingir. Principalmente, que no la amaba cuando por ella daría mi vida.

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No comprendía mucho que había pasado. Mis ojos se movían desorientados. Me pude sentar un poco mientras quitaba algunos cables y el oxígeno adherido a mí.

—¿Paula?

—Hasta que despiertas. —Evelyn apareció saliendo; lo que suponía, era el baño—. Pensé que ya no lo harías.

—¿Qué haces aquí? —cuestioné defensivo al observarla caminar altiva hasta llegar a mí.

—No es obvio, cielo. Vine a verte.

—¿Dónde está mi esposa?

—¿Quién sabe? Puede que, revolcándose con algún cabrón, disfrutando tu estado o puede que pudriéndose en una tumba...

—Cierra la boca, mujerzuela —siseé apretando su brazo.

—¿Cuál de las dos opciones te agrada más? —hablaba llena de ironía sin importarle la fuerza que ejercía en su brazo.

—Si me entero de que le hiciste algo...

—¡Ey! Yo no. Mejor dicho tú...

—¿Qué? —Me desprevine con su comentario que no vi el momento en que se soltó de mi agarre.

—Iré al punto, querido. Fingirás amnesia y dejarás a tu amada, le dirás que quieres volver conmigo y nuestro hijo. Le dirás cuánto me amas y lo profundamente enamorado que estás de mí...

—Ya quisieras. ¿Qué te hace pensar que haré esa estupidez?

—Porque si no lo haces, las consecuencias las pagarán ella y los bastardos. Y muy caro. —Su mirada era sombría, llena de maldad.

Ella no estaba jugando.

—¿Qué quieres ganar con esto?

—No es obvio. Poder. Mucho más del que tengo. Y solo tu potencial me podrá dar aquello.

—No pienso cumplir tu capricho. Mejor hazte tratar, demente.

Estaba loca de remate. ¿Cómo me pude enamorar de ella?

—Bien. Conste que tú así lo quisiste. —Sacó su teléfono de la cartera y se lo llevó a su oído—. ¿Están preparados?

—Sí, señora. Los tenemos en la mira, a ella y a los niños —le respondió una voz masculina.

—¡¿Qué harás, loca?!

—Tendrán que pagar las consecuencias, querido —me dijo, soltándose de mi agarre—. Cuando dé la orden disparan.

—¡No, no! —Le quise quitar el teléfono mientras hice el intento de levantarme, pero fue en vano. No tenía la fuerza necesaria—.¡Está bien! ¡Haré lo que quieres!

Soy la esposa de mi jefe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora