¡Que comience la guerra!
Nah, mentira.
Nos sentamos en los cómodos sillones. Las tres en un mismo mueble y nosotros tres enfrentados a ellas. La viva imagen de la madrastra y las hermanastras de Cenicienta. Acechando cada movimiento que dábamos. Analizando el mínimo "error" que pudiéramos hacer.
-¿Cómo estuvo el viaje? -preguntaba Alessandro a la dama.
-Como siempre extenuante, pero bien dentro de lo que cabe -respondió ella, muy refinada.
-Julián, trae té para las damas y un café para mí, por favor -ordenó al mayordomo parado a su lado.
-Por supuesto, señor. Con su permiso -pidió retirándose.
-Así que, ¿ella es su... joven esposa? -Hizo una pausa para terminar su pregunta.
Ya empezamos.
-Claro que sí. Es mi esposa y como ya verá, el mi hijo -respondió dándonos una leve sonrisa.
Y hasta pude ver una pizca de orgullo en sus ojos.
Julián llegó con lo pedido y fue dejándonos la taza a cada una de nosotras. Al terminar hizo una reverencia y se fue.
-Y... ¿Está de paseo por la ciudad o por otros asuntos? -inquirí para matar el incómodo silencio que se formó.
-No, querida. Ya quisiera, pero mi presencia aquí se debe a asuntos de negocios -respondió tajante.
-Justamente de eso estuvimos hablando con la duquesa, hijo -habló por primera vez Yzma.
-¿Sobre qué tema? -cuestionó él.
-Verá, señor Alessandro, pensamos con su madre que sería un gran designio en juntar nuestras compañías y demás. Convertirlo en un solo imperio poderoso y acaudalado.
Ni estando en un estado mental desalmado me metería con estas personas.
-¿Por qué haría eso? -preguntó serio.
-Por el simple hecho de que nos favorecería a ambas partes. Además, que seríamos potencia mundial, claramente, si usted acepta.
Contemplamos a Alessandro mientras él se lo pensaba un momento.
-Además, usted llevará el mando en compañía de mi ahijada, Evelyn Adams -agregó la selecta mujer.
La cara de él se transformó sin dudarlo y una conexión de miradas con su madre que hubo me dejó curiosa.
-Me temo que no será posible, duquesa. Agradezco su proposición, pero prefiero seguir mi camino solo como hasta el momento ha sido -rechazó con seriedad.
-En ese caso, respeto su decisión y lamento no haber podido llevar el propósito a cabo.
-Pero, hijo, deberías considerarlo al menos un poco. Tendrías que tomarte unos días para pensarlo, ¿no lo crees?
Pero, señora, que densa. ¿No entiende la palabra ¡No!?
-Ya dije mi respuesta, madre. Te agradecería que no siguieras -masculló serio.
-Comprendo, querido -expresó acompañado con una sonrisa fingida.
-Entonces, habiendo proclamado mi doctrina y sin más que decir, ya debemos retirarnos. Al menos mi nieta y yo. -Señaló a la de extensiones falsas y luego a ella misma.
Ahora que lo pensaba no habló en ningún momento, pero si estuvo descuartizándome con su venenosa mirada.
-Agradezco su visita. Espero que en la próxima asista con el duque -expresó mi jefecito.
No, por favor, que no nos visiten nunca más.
Mejor que se queden en su palacio Real.
-Oh, claro caballero -pronunció, parándose acompañada de las otras dos-. ¡Jeanette! -chilló llamando, creo yo, a su asistente.
La cual estaba tardando unos segundos.
-Esta niña incompetente. -Suspiro fastidiada-. Sabía que era una mala idea contratarla. Pero me dije a mí misma, obséquiale este valioso puesto a la chica sin estilo y gorda. Sin embargo, veo que terminó siendo un error en darle una oportunidad.
¡Perdón!
-La comprendo, mi señora -apoyó la bruja de mi suegra con una mano sobre su pecho-. Hay personas que no merecen siquiera un gramo de nuestra bondad. -¡Ja! ¿Ella bondadosa?
Ni ella se lo cree.
Me miró alzando una ceja y con repulsión dijo: -Hay ciertas personas que caen tan bajo para lograr tener un puesto que ni incluso son dignas en tenerlo.
¡Te destripo, bruja malvada!
¡Denme el cuchillo que la corto en trocitos!
-Estoy de acuerdo, abuela -expresó la estúpida faltante en hablar. Suspiró dramáticamente-. Hay tantas mujeres vulgares. -Me miró al decirlo.
Otra más a la suma para descuartizarla.
Cavaste tu propia tumba.
-Disculpen, pero no comparto la misma opinión. -Me puse bien recta levantando el mentón y mirándolas fijamente-. Primero que nada, debería cuidar como se refiere a las otras personas, señora. El tema de la "gordura", -Hice comillas con mis dedos-, es un tema delicado para el que se acompleja sobre ello. Más que nada para las mujeres que terminan teniendo problemas de salud a causa de ello, para informarla más le doy un ejemplo: anorexia. ¿Sí sabe lo que es?
-Paula... -intervino Alessandro corriendo hacia delante a Ethan para posicionarse al lado mío, pero no lo dejé continuar.
-Tranquilo, cariño. -Lo miré levantando mis comisuras y luego las miré nuevamente-. Y segundo, muchas mujeres se esfuerzan hasta conseguir y lograr un puesto de alto rango con su sudor y trabajando duramente por años, sin ni siquiera con el apoyo de alguien importante y siendo humildes, por no decir pobres. Yo pensaría dos veces antes de que las palabras salgan como el aire por la boca. Digo, es mi humilde opinión -finalicé casi sin aire.
Estaban rojas como un ají, o aún peor que eso.
-¿Cómo te atreves hablarle así a la duquesa? -alzó la voz mi adorada suegra (sarcasmo).
-No fue con la intención de faltarle el respeto, pero expresé mi opinión libremente con el derecho que me ha otorgado mi país. Expresión de libertad. Además, estamos en Boston, no en Inglaterra, lo cual sus reglas no rigen para mí.
¿Tengo que dar otro golpe más?
Porque estoy muy preparada para otra batalla verbal.
Justo que la señora mayor iba a hablar llegó la joven con sus ojos algo rojos, pero algo contenta.
Había escuchado todo.
-Mi señora, el auto está esperándolas -comunicó.
-Claro. Estaremos en contacto, señor Alessandro -lo saludó haciendo un asentimiento y sin mirarme salió mientras la de extensiones falsas iba detrás, obviamente después que me mató con la mirada.
-Luego nos estamos viendo, hijo. Debemos hablar de lo que pasó aquí.
Sin más que decir, también se retiró sin despedirse de mí.
Como si me importara mucho.
La joven, antes de salir detrás de ella, me murmuró un «Gracias», y luego se fue.
-¡Eres mi heroína, mami! -gritó Ethan alzando sus brazos para que lo alzara y así lo hice.
-Estuviste bien, pero no tan bien -dijo Alessandro mirándome con sus ojos estrechados.
-Admite que te divertiste con sus expresiones. -Reí-. Se lo merecían. -Alcé mis hombros.
-Iré a decirle a Laura que prepare la cena. Vayan a ponerse cómodos -demandó.
ESTÁS LEYENDO
Soy la esposa de mi jefe ©
RomancePaula ve una escena nada agradable de su mejor amigo teniendo sexo con la novia de su jefe, en la oficina del último piso y para no meterse en problemas, se hace de la vista gorda dirigiéndose a su escritorio para retirar su celular, en su transcurs...