》CAPÍTULO 42《

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Bajé de la escalera sintiendo un olor a galleta horneada. Al llegar abajo vi a mi hijo viendo sus caricaturas, concentrado en el sillón. Y me dirigí a la cocina mientras el olor me atraía.

Mi bella esposa estaba haciendo una mezcla muy concentrada, teniendo harina en su mejilla y su cabello recogido en una coleta despeinada.

Reí interiormente por su aspecto tierno. Me acerqué y sujeté su cintura pequeña desde atrás dándole un beso en la nuca.

-Huele muy bien -susurré en su oído, causándole escalofríos.

-Y cuando las pruebes mucho más.

Asentí y quité la mancha de harina riendo. Me aparté para tomar agua y luego me quedé apoyado sobre la mesada mientras tomaba de esta.

Tenía muy buen trasero y con ese short de leggings lo volvía más voluminoso. A decir verdad, su trasero era mi fruta favorita. Me di cuenta de que estaba mordiendo mi labio cuando se resecó mi boca. Me sigo preguntando como no me había fijado antes en ella. Tal vez era porque la veía como un bicho raro y ella en sí no es de ser provocativa como las mujeres que acostumbraba a tener.

Joder, estoy hasta las trancas. Sí, estoy tan enamorado que la observo como un maldito lunático obsesionado.

Observo cada pequeño movimiento de ella dejándome embobado. Parezco un pervertido, pero me excitó con solo mirarla.

Después de mirar que Ethan está aún concentrado y de espalda a nosotros, dejo el vaso sobre la mesada y camino silencioso hasta ella. Me arrodillo quedando mi cara en su hermoso trasero y le abro las piernas, causando un susto de su parte y aprovecho eso para girarme en el suelo para que ahora mi cara quede en su parte íntima.

-¿Qué vas a hacer? -preguntó mirándome desde arriba.

Se ve más Diosa todavía desde arriba. Otra fantasía se me despertó al verla así.

-Alimentarme.

Solté como si nada y corrí la tela del short dejando a mi vista unas hermosas bragas de encaje salmón. Quiero comprarle millones de esta clase de bragas solamente para verla, modelar con ellas y rompérselas luego.

-¡Estás loco! -medio gritó- ¡Está Ethan en la sala, puede vernos! -Enojada se ve más dulce.

Sacó mi mano de su feminidad, pero la volví a colocar.

-Entonces, actúa normal.

Con una curvatura en mis comisuras seguí con mi tarea. Volví a retirar ambas telas, mostrando como se iba lubricando su zona erógena. La vi suspirar temblorosa cuando mis dedos hacían trazos sobre toda su longitud mojada, esparciendo sus sabrosos fluidos a causa de la excitación que le provocaban mis dedos.

Trató de seguir aparentando normalidad, volviendo a terminar su mezcla, pero con mucha lentitud y a veces no podía continuar, que debía cerrar sus ojos y apretar sus labios para no soltar sus atrapantes gemidos.

Feliz la veía contenerse y mis dedos le daban atención a su clítoris hinchado, como también a sus pliegues rojizos, llenos de la acumulación de sangre.

-Joder... -resopló despacio.

Fue suficiente para mí, ya que no me resistí más y mi boca atacó con precisión su vulva y todo su órgano reproductor. Sabía deliciosa a tal punto que me volvería loco si no tuviese este alimento tan sagrado para mí como el pan.

-Alessandro... No te detengas...

Mi nombre saliendo de su boca en forma de gemido hizo que mi miembro doliese entre mis pantalones. Solo la quería a ella, pero por el momento tenía permitido darle placer a ella, puesto que mi hijo estaba a unos cuantos pasos de nosotros y no dejaría que se traumara viendo una escena sexual de sus padres.

Soy la esposa de mi jefe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora