》CAPÍTULO 59《

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♤Alessandro♤

—¡No! ¡Despierta, Paula! —golpeaba su mejilla tratando que despertara.

Se había desvanecido en mis brazos y no pude hacer nada para evitarlo.

Estaba aterrorizado. Me carcomía el miedo y la angustia de verla casi muerta sobre mis brazos.

—¡Rápido, Jeffrey! —volví a gritarle desde el asiento trasero del auto—. ¡No importa si te saltas los semáforos, quiero que llegues cuanto antes al maldito hospital!

Tal vez estaba siendo cruel al hablarle, pero era mi menor preocupación en este momento.

No puedo perderla...

Ella es la luz que alumbra mi alma...

—Estarás bien, cariño... Lo estarás... —repetía como loco para no desfallecer allí mismo.

Al llegar, salí a toda velocidad, llevándola en mis brazos temblorosos.

—¡Ayuda! ¡Ayuden a mi esposa!

—Señor, colóquela sobre la camilla, por favor. —Así lo cumplí, sintiendo un vacío y terror al separarla de mí—. ¿Qué le pasó?

—Despertó con un fuerte dolor y sangraba mucho... Está embarazada —le decía mientras corría al lado de la camilla.

A penas y podía contar bien lo sucedido.

—Bien, señor. Haremos lo posible por ayudar a su esposa e hijo, pero debe quedarse aquí para que la auxiliemos.

Las manos de varias enfermeras me cerraron las puertas de quirófano y quedé allí sumergido en un temor indescriptible.

«¿Qué mierda pasó?»

—¡Alessandro! —Su padre me llamó detrás de mí. Toda su familia corría hacia mí buscando noticias—. ¿Qué pasó con mi hija?

—La entraron a quirófano. No me dijeron nada más.

Revolviendo mi pelo, me apoyé sobre la pared.

—Si no me dan noticias de mi hija cuanto antes, entraré yo a pedirlas... —habló con coraje y terror su madre mirando a mi suegro desafiante.

—Aurora, esperemos que venga el médico...

—En serio lo haré, Aarón.

—Tranquila, cielo... Esperemos, por favor. —La abrazó conteniendo sus lágrimas. Aunque ella ya no pudo hacerlo.

Me reiría si no estuviese en un horrible momento. Mi amada esposa se parecía en eso a su madre.

Sus hermanos, a pesar de estar callados, se notaban abatidos y si ellos se encontraban así, no me imaginaba mi cara. Debía estar igual o peor.

Seriamente, estaba considerando que el problema era yo.

—Alessandro, querido, harás un agujero de tanto caminar —me dijo su madre tocando mi hombro, espantándome—. Mejor siéntate.

Me llevó del brazo y prácticamente ella lo hizo por no era capaz de controlar mis movimientos con razonamiento.

¿Qué le había pasado?

No entendía absolutamente nada. Estaba completamente bien hace unas horas.

«¿La habría lastimado cuando tuvimos relaciones?»

Me moriría si así fuese. De pensarlo se me eriza la piel.

Sálvalo, Alessandro...

Sus palabras hicieron eco en mi mente. ¿Cómo podría siquiera tomar esa decisión? ¿Mi hijo o mi esposa?

Soy la esposa de mi jefe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora