》CAPÍTULO 28《

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Hoy he despertado bastante alegre, no pregunten por qué. Tal vez es porque siento que algo en mi vida está cambiando.

Me levanté del cómodo colchón y me adentré en el baño para darme una dulce ducha y alistarme.

Al salir me coloqué un pantalón deportivo en conjunto de una remera igual. Salí del baño y me dirigí a buscar mi teléfono que estaba sobre la mesa de noche. Y en eso escuché la puerta abrirse mostrándome a mi jefecito.

-Pensé que todavía no despertabas -me decía llegando a mí, para luego sin verlo venir besó mi comisura izquierda y abrazó mi cintura.

-Pues... lo estoy, lo hice hace unos minutos -le dije algo anonadada por sus acciones y su exquisita fragancia-. ¿Por qué no me despertaste cuando lo hiciste tú?

-Porque dormías muy tranquila y dulce. No quise hacerlo.

-Ohm -le asentía lentamente con mi cabeza.

-Vamos a desayunar o se enfriará el café. -Se alejó no sin antes de darme un beso en la frente.

«¿Qué le pasará?»

-Bien.

Al llegar a la cocina estaba mi pequeño hablando con Madeline muy alegremente.

-¡Hola, Paula! -Corría él hacia mí, apenas me vio.

-¡Buen día, mi rey! -saludé tomándolo en brazos-, y también para ti, Madeline.

-Buenos días, señora.

Comenzamos a desayunar gratamente. Como es domingo, Alessandro quiso que fuéramos al parque de diversiones.

Lo que fue del viaje fue tranquilo.

Al llegar, Ethan quiso ir a los autos chocadores. Jugó por un rato mientras su padre y yo lo mirábamos divertirse y estar tan feliz. Juro que no cambiaría nada por ver su sonrisa y esa alegría que emana.

Luego lo llevamos a los bolos y por último pidió ir al carrusel.

-¿Y? ¿Te divertiste hoy? -le pregunté cuando llego a nuestro lado.

-¡Claro que sí y mucho!

-Me alegro, hijo -le decía su padre mientras lo alzaba-. ¿Tienes hambre?

-Sí, papi.

-Entonces, iremos a comer -nos dijo, tomándome de la mano.

Subimos al auto y nos llevó a un restaurante, obviamente muy distinguido.

El mesero nos acompañó a la mesa y Alessandro pidió nuestras órdenes mientras mi pequeño me contaba algunas anécdotas chistosas que había presenciado de otros niños.

A los minutos nos trajeron la orden y comenzamos a devorar Ethan y yo la comida como si en nuestras vidas hubiéramos comido con la atenta mirada de mi jefe.

-¿De que te ríes? -le preguntaba a él, ya que tenía una pequeña sonrisa resaltando en su rostro.

«¡Y vaya que era una hermosa sonrisa!»

-De ustedes -me respondió soltando una risita, dejándome confundida-. Tienen unos chistosos bigotes de salsa.

Cuando nos miramos con Ethan, notamos nuestras bocas embadurnadas de salsa. Provocando una risotada de los tres. Estábamos tan hambrientos que comimos sin cuidado alguno.

Al terminar regresamos a la mansión ya cansados. En el camino apoyé mi cabeza contra el respaldo del asiento y comenzaba a sentir mis párpados pesados, sin poder evitar cerrarlos.

Soy la esposa de mi jefe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora