De vuelta en casa. Volvimos con la rutina diaria. Alessandro ya se encontraba en la empresa, Ethan disfrutando de sus últimos días de vacaciones, y bueno yo, ocupándome de cumplir como madre, esposa y secretaria. A pesar de no ir tan seguido a la empresa, preferí seguir ayudándolo desde casa.
Regresamos hace una semana, la cual aprovechó Alessandro a pasar estos días con nosotros, ya que cuando estuviera en la empresa no podría hacerlo tan libremente.
Terminaba de llenar unos formularios en el despacho de él, cuando la puerta se abrió repentinamente, para ver a mi pequeño entrar.
-¡Mami! ¡Mami! -Corrió hasta mi regazo donde se subió por sí mismo.
-¿Por qué tanta emoción, mi vida? -Miré sus ojitos brillosos.
-¿Puedo ir a casa de Félix? -Ese era el niño con el que se quedó la última noche en Francia.
-¿Le preguntaste a tu padre?
-Ohm... no.
-Entonces lo llamaremos y le preguntáremos, ¿sí?
-Vale.
Tomé el teléfono y marqué su número. Sonó dos timbres y respondió.
-¿Qué pasa, mi amor? -Una punzada se dirigía a mi vientre, cada vez que me llamaba así.
-Tu hijo quiere preguntarte algo... -Le di el aparato y lo tomó algo nervioso.
-Papi, ¿puedo ir a casa de Félix?
-...
-¡Sí, papi! Lo prometo.
-...
-Gracias, papi. También te quiero. Te paso a mami.
Me entregó el teléfono y se fue corriendo hasta salir del lugar.
-Más enseguida vuelvo a casa, preciosa.
-Vale. Yo iré a dejar a Ethan, al rato te paso esos informes.
-Los estaré esperando. Te amo.
-Yo más, cariño.
-Paula...
-¿Qué?
-Te me cuidas, por favor.
-Por supuesto.
Me dirigí a preparar a Ethan. Cuando entré a su cuarto estaba colocándose sus zapatos.
-¿Te ayudo, cariño?
-No, puedo solo.
Saber que mi hermoso niño estaba creciendo, hacía que me pusiera nostálgica.
Le armé su mochila con todas las cosas necesarias para pasar la noche. No los conocía aún, así que primero me aseguraría de que mi instinto maternal se pusiera primero para luego devaluar la situación.
-Ya terminé, mami. -Se veía emocionado.
-Vamos, entonces.
Agarré su manito y nos dispusimos bajar las escaleras para después subir al auto en el cual nos llevaría Jeffrey.
-¿Cómo va tu día, Jeffrey?
-Bastante bien, señora. Gracias por preguntar.
-No es nada. Siempre tengo en cuenta los que trabajan para mi esposo.
-Es lindo de su parte, señora Paula. No todas las personas tienen un poco de empatía para los empleados.
-Estoy totalmente de acuerdo contigo.
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Soy la esposa de mi jefe ©
RomansPaula ve una escena nada agradable de su mejor amigo teniendo sexo con la novia de su jefe, en la oficina del último piso y para no meterse en problemas, se hace de la vista gorda dirigiéndose a su escritorio para retirar su celular, en su transcurs...