》CAPÍTULO 58《

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Agradecida con el de arriba, el resto de las siguientes horas no volvió a molestar. Se mantuvo siempre alejada de nosotros.

De seguro que fue por Alessandro, puesto que luego que pasara aquello se fue al baño y al salir habló con un par de hombres.

—Alessandro, nos podemos ir, por favor —pedí con fatiga.

—Por supuesto, amor. Deja que llame a Jeffrey para que traiga la limusina. —Sacó su teléfono para marcar.

—Entonces mientras viene iré al tocador. Ya regreso.

Asintió mirándome, me levanté y al pasar por delante de él, tomó mis caderas para besar mi vientre. Se me hizo tan tierno el gesto.

Menos mal que el sanitario estaba vacío. Detestaba que se escuchara el sonido que se produce al salir la orina. Mi vejiga estaba que reventaba, a pesar de que había venido hace diez minutos.

Salí del cubículo, me dispuse a lavar mis manos mientras me retocaba hasta que la puerta fue abierta.

¡Genial!

«Lo que me faltaba. Mi suerte sigue siendo fenomenal.»

Ni siquiera miré a Evelyn cuando se puso a mi lado, lavando sus manos. La ignoré totalmente. Y eso quise también de su parte, pero la perra tenía que aprovechar la oportunidad de tenerme allí.

«Y la perra seguía y seguía»

«Dios, Paula. ¡Concéntrate!»

«No es momento. Estamos en zona de guerra.»

—Paula, ¿verdad? —inquirió bloqueando mi paso hacia la puerta.

—Así es. —Volví avanzar, más no se movió. Suspiré cerrando mis ojos por un instante.

—Quería darte mis felicitaciones. —Indicó mi vientre—. En serio había jurado que Alessandro no tendría más hijos. Claramente, me equivoqué.

Se rio irónicamente. En serio ya no aguantaba más su cara de mosca muerta.

—Mira, ¿Evelyn? —Hice lo mismo que ella, haciendo que afirmara con su cabeza—, lo que haya pasado entre tú y mi esposo no me incumbe ni tampoco me interesa. Así que no es necesario que trates de establecer una conversación cuando no es necesaria, menos con lo que está pasando.

Su cara cambió drásticamente.

—¡Vaya! Ahora entiendo lo que vio en ti Alessandro. Sigue con los mismos gustos, por lo que veo —comentó con malicia, adquiriendo una postura más imponente—. Solo espero que el niño no herede esos gustos...

—No te atrevas hablar de él —amenacé con mi índice.

Se podía meter conmigo, pero jamás dejaría que lo hiciera con Ethan.

—¿O si no qué? —desafió audaz.

—No querrás conocerme de mala. Así que te advierto de antemano, no juegues con fuego, o te quemaras. Ni se te ocurra nombrar a mi hijo...

—Querida, ese niño no es tu hijo, si no, mío —contraatacó con seguridad.

—Podrás haberlo engendrado y parido, más no eres digna de llamarte madre para él.

—No quieras ser superior a mí porque no me llegas ni a los talones. Ni en una sola hebra te asemejas a mí.

—Descuida, tampoco quiero.

—Mira, no sé con qué cuento te vaciló Alessandro, pero déjame decirte que te ha mentido.

—Ah, ¿si? ¿Y por qué debería creerle a una arpía como tú?

Soy la esposa de mi jefe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora