》CAPÍTULO 16《

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En el trayecto de la casa al centro comercial que me olvidé de preguntar en dónde era o cómo se llamaba, pero lo más importante es ir a mi casa. No me gusta estar mucho con falda, me estorba demasiado para andar por un centro comercial buscando lo que se supone, debo estar buscando porque verdaderamente no sé qué haremos en ese centro comercial.

—Disculpe, señor, pero podemos ir primero a mi casa, por favor.

—Sí, señora.

Mencioné que el chófer tiene esa cara de pocos amigos que te dicen: «acércate y lo lamentarás». Y para rematar los empleados que se me acercan siempre dicen, señora se le ofrece algo, señora quiere ni sé que cosas.

No manchen, ni siquiera me caso y ya soy señora, siento que me han puesto diez o veinte años más de los que tengo.

—Paula, ¿por qué te vas a casar con mi padre?

Nunca en mi vida pensé que las preguntas que me hiciera un niño te dejarían con la mente en blanco. Es más, ni siquiera sé yo por qué me casaré con él. No, un momento, ya me acordé, bajo amenazas y chantaje.

—Pues, verás, yo... el matrimonio... casarme con tu padre se debe porque...

—¿Lo amas?

—Decir que lo amo sería una falacia.

—Porque mi padre me dijo que cuando sea grande debo casarme con la persona que ame.

—Si, eso es correcto, pero decir un «te amo» no es sencillo porque eso no se lo puedes decir de la noche a la mañana y peor dentro de algunos meses. Esa palabra tiene mucho significado que lo sientes cuando tengas años en una relación con una persona y ya conociendo sus defectos, lo aceptes y sigas enamorado de ella o él, sin importar nada más. Entonces podrás decir: te amo. Por lo cual yo no le puedo decir a tu padre, te amo.

—Pero si no es amor, entonces, ¿qué es lo que sientes por mi padre?

—Él... me gusta mucho. —Seamos sinceras, es guapo y caballeroso. Muy diferente a los hombres que he conocido anteriormente en mi vida—. Pero no se lo digas a nadie.

—¿Ni siquiera a mi papá?

—Mucho menos a él. Esto es un secreto entre tú y yo.

—¡Sí! Entonces este es nuestro primer secreto. —Pero que hermosura de niño.

En el transcurso de la casa suprema a mi humilde departamento. Fue silencioso ya que Ethan se quedó dormido en mis piernas porque el viaje si estuvo algo largo y yo también me estaba quedando dormida.

—Señora, ya llegamos. —Que maldita pereza tengo, quiero dormir y pensar que todo lo que estoy viviendo en una pesadilla que me creo mi propio cerebro.

—Sí. Gracias por traerme, espéreme aquí unos veinte minutos, por favor.

—Como diga, señora. —No tiene caso que le corrija, no importa cuántas veces le diga que no quiero que me diga, señora.

La piel se me pone de gallina cada vez que me dice señora.

Y como primera vez en mi vida me tocó salir del coche cargando a Ethan, que aún sigue somnoliento. Lo bueno es que parece que el ascensor de este condominio ya sirve. Digo, no tendré que subir todas las escaleras cargando un niño, que, aunque no lo pareciera, sí que pesa.

Pero no todo es alegría, la vecina que tengo de "informativa, loca, desquiciada" por no decir chismosa y psicópata, nos encontramos en el preciso momento en que yo me estoy encaminando a la puerta.

Este es un momento sumamente incómodo, ya que las dos nos odiamos y una de las razones es Rogelio, pues el muy galán le estaba seduciendo, terminando con su incitación después de que se dio cuenta de que era ese tipo de mujer que te presiona por saber en dónde estabas, con quién, por qué, a qué hora llegas y como cerecita al pastel, celos innecesarios que te asfixian hasta no poder más. Pero lo más feo fue que él nunca le consideró como su novia o amiguita.

Soy la esposa de mi jefe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora