Capítulo 10 - De alcohol, y fieras

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 Izun no dio crédito a lo que había escuchado.

—¿Tu esposo...? —titubeó, sin comprender.

—Pareces sorprendida —Contestó la elementalista pelirroja, burlona, mientras posaba su mano en el hombro de Edoven—. ¿Acaso nunca has visto a una pareja de amantes? —agregó divertida.

La joven no contestó, solo sacó sus propias conclusiones ante el descarado adulterio en silencio.

—¿Qué ocurre ahí arriba? —una tercera voz hizo suspirar a los dos enamorados, y alertó aún más a la materializante.

—Tranquila Alina, solo una invitada inesperada. —Edoven volvió su rostro cubierto hacia la escalera justo detrás, por donde apareció una joven que vestía completamente de blanco con una máscara metálica extremadamente detallada en forma de cara.

Izun reaccionó al escuchar el nombre, y recordó lo que el amable campesino le había dicho al abandonar la pequeña aldea.

—¿Te llamas Alina? ¿Conoces a un hombre que se llama Fredy? —le preguntó.

La extraña volvió su rostro hacia ella, y aunque no podía ver qué expresión tenía bajo su antifaz, sabía que aquella pregunta la había pillado por sorpresa.

—Sí, me ayudó en Borel, al norte del bosque de Asgun. ¿Quién eres...? —contestó con cautela.

—Dice que quiere asesinar a Doverán. —Rio Numeria, todavía divertida ante las palabras que Izun había soltado con tanta seguridad momentos atrás.

—¿Y qué hace aquí?

—Jon la envió. Parece que compartís bastantes cosas a pesar de ser completas desconocidas. —Contestó Edoven en un tono similar al de su amante.

—No, digo ¿Qué hace aquí arriba? ¿Cómo ha entrado? —replicó Alina, cada vez más reluctante.

—Entré por el tejado. Fredy ha sido el único que me ha tratado de forma decente en mi último viaje... —Trató de explicarse—. Parece que eso me ha hecho desconfiar de las otras personas con las que me he topado... Lo siento. —Contestó la joven.

Los tres la miraron a través de sus respectivas máscaras.

—Extraña forma de intentar ganar la confianza de los pocos aliados que encontrarás aquí. —Dijo Edoven—. Pero te comprendo, la gente como nosotros no tiende a caer bien tan cerca del sur. —Sonrió.

—¿Qué estás diciendo? Tan pronto mencionó sus intenciones hacia Doverán yo caí rendida a sus pies. —Comentó Numeria, divertida—. Lástima que sea imposible conseguir lo que pretendes. —Agregó.

A Izun le descolocó la honesta animosidad de aquella mujer hacia el elementalista de hierro, a pesar de tratarse de su enemigo.

—¿Puedo preguntar por qué odias tanto a tu esposo...?

—Ya lo has hecho. —Contestó divertida—. Y creo que no es necesario explicar por qué detesto tantísimo a ese idiota paranoico. Sí te envió a Mirel, tú debes ser la materializante que le causó problemas dos semanas atrás.

—Yo no hice nada. —Replicó secamente—. Solo me dirigía al norte y decidió que tenerme entre sus calles era inaceptable. —Escupió—. Pensaba que en Asgun no trataban a los materializantes como en las endemoniadas naciones del sur. Pero veo que me equivocaba.

—No, tenías razón. —Le dijo Edoven—. Lamentablemente fuiste a parar al único pueblo donde su líder nos odia tanto como los cultistas del sol y el sultán de Tirfen... —Reveló.

Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora