Capítulo 68 - Calma y tempestad

4 2 0
                                    

 Una oscura sensación de impotencia persiguió a Termidas hasta el mundo de los sueños.

Dentro de sus pensamientos, el guerrero revivió momentos olvidados... Gritos se escuchaban en una negrura imposible, cuando acercó sus pasos hacia el terrible sonido, los esclavistas de la Escama aparecieron a su lado, rostros de gente que había asesinado en el Bosque Vil para liberar a los habitantes de Hilgar... Rostros que hacía años había olvidado...

El último ataque que había organizado contra el despreciable grupo apareció ante él como si un erudito narrara los recuerdos que ahora contemplaba y sin ver cómo, se encontró con su antiguo acero dentro de un esclavista; dentro de un joven que había creído ser inmortal... Después de solo segundos, el rostro aterrado de su enemigo se derritió como miel fundida y adoptó la forma de su comandante, los otros esclavistas ahora eran miembros del pelotón que había liderado junto a Yvelde. Pero frente a él no estaba la mujer que recordaba, ahora su capitana era un cuerpo marchito repleto de larvas y gusanos...Lágrimas rojas emanaban poco a poco de las cuencas de sus ojos...

Entonces despertó.

El Lobo Austero sacudió su cuerpo bañado en sudor con violencia y miró hacia todas partes. Paredes de piedra con ventanas diminutas le recordaron dónde se encontraba... Y cuando por fin logró separar los monstruos de su pesadilla de la realidad, recordó el terrible destino que sus compañeros habían sufrido en la población al sur...

—Termidas... ¿Estás bien? —la voz de Tizen reafirmó la terrible verdad que deseó fuese incierta.

—Sí... —Suspiró y puso los pies en el suelo—. No... No estoy bien. —Se corrigió—. ¿Cómo demonios hemos dejado que terminen con todos...? —llevó sus manos al casco que protegía su rostro.

—La flota llegó sin aviso... Deben haber hundido los barcos de su majestad en el golfo... —Presintió el materializante—. Si logré escapar fue porque vi el humo de lejos... —Sus últimas palabras acarreaban un profundo arrepentimiento—. Debí haber luchado junto a ellos...

—Los elementales han querido que sobrevivas... —Murmuró el Lobo Austero—. Gracias a ello sabemos que el siguiente objetivo de Tirfen será el pueblo de Duner.

—Sí, y gracias a lo que visteis anoche en Iril no podremos ayudarles... Este castillo y el pueblo de Duner compartirán nombre, pero entre ellos hay casi treinta kilómetros... Solo podemos ayudar a uno y estoy seguro de que no será el pueblo quién ahuyente a un invasor...

—No podremos ayudarles, pero sí avisarles. —Replicó Termidas, las pesadillas ya se habían esfumado de sus pensamientos, su única preocupación ahora era afrontar la realidad que tenían enfrente.

Tizen no contestó, ambos sabían que tarde o temprano habría sacrificios. El materializante era de los guerreros que más había perdido en Hilgar contra el sur, él conocía mejor que ninguno lo que significaba luchar en una verdadera guerra...

Entonces, un fuerte golpe contra la puerta acalló sus pensamientos.

—Soy Uvil. —La voz del joven guerrero sacó a los dos soldados de un pesado sopor—. Nirte me ha enviado por vosotros... —Murmuró con lástima, incapaz de camuflar un claro tono de simpatía.

Termidas miró a Tizen y se incorporó—. Ahora vamos. —Contestó con frialdad y agarró sus pertenencias.

—Esperaremos abajo. —Dijo el joven guerrero.

El Lobo Austero suspiró y miró a su viejo compañero—. ¿Viste quién terminó con ella...? —se atrevió a preguntar una vez estuvieron solos de nuevo.

Tizen lo miró a través de su capucha negriazul antes de contestar.

—Como he dicho, solo vi humo negro cuando supe que algo ocurría en el pueblo... Cuando me acerqué solo vi a Agiún comandando soldados por las calles... No vi sus cuerpos, pero estoy seguro de que Yvelde no escapó...

Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora