Capítulo 66 - Canción de hielo

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 El gólem elemental era una estatua de piedra tan grande como los gigantes de las historias antiguas. Un demonio de cuatro metros con forma de humano cubierto por negras armaduras con una espada tan alta como Yzen... Pero lo más escalofriante era su rostro, una cara construida con los restos de hombres y mujeres capaz de ser visto sin evocar las dolencias de Korusei.

Yzen respiró con calma y lo observó con detenimiento, no esperaba encontrar al gólem de forma tan prematura y definitivamente no justo después de combatir contra ese grupo de bandidos.

El filo de la gigantesca espada brilló como la obsidiana a solo metros de su posición. Al lado de la terrible creación, tres cultistas iluminaban su paso con linternas de fuego y aceite. Su marcha era igual a las procesiones del sur, pero el elementalista de agua conocía perfectamente las verdaderas intenciones de aquel monstruo y sus acompañantes.

—Saludos, Obais Najur. —Dijo mientras invocaba paredes de hielo tan gruesas como su brazo, ayudado por el gélido clima nocturno y la víspera invernal—. Hace tiempo que te he estado buscando. —Agregó y seis puntas de agua congelada salieron despedidas en la dirección del gólem, pero cuando chocaron contra él, estas se hicieron trizas. La armadura y el material que lo constituía era tan resistente que ninguno de sus ataques logró hacerle un rasguño.

—«Elementales...» —maldijo para sí, mientras concentraba su poder en su mano e hizo aparecer una espada de hielo tan dura como la piel de su grotesco contrincante...

Entonces, vio como aquel engendro con forma humana daba un brinco hacia él, sus pisadas hacían vibrar el suelo de piedra, y su velocidad era tan desproporcionada a su tamaño que Yzen no pudo hacer más que hundirse en la más horrible de las sorpresas.

Una estocada capaz de partirlo en dos se detuvo contra un trozo de hielo que invocó a su lado, donde la ominosa espada del gólem quedó atrapada durante un corto instante... Suficiente para reaccionar.

El elementalista de agua saltó hacia delante y blandió su fina espada azul contra la bestia, el filo se clavó unos centímetros dentro de su oscura cadera. Media docena de voces fantasmales se escucharon de Obais Najur, pero su figura no reflejó el sufrimiento de aquel grito de dolor, su cuerpo se movía como si su ataque no hubiera existido.

Pero, aunque la criatura era más rápida de lo que aparentaba y sus golpes tenían la fuerza de un oso, sus ataques eran más lentos que los de él.

El guerrero esquivó los poderosos golpes con barreras de hielo y agilidad, pero incluso con su intenso entrenamiento y su natural velocidad, el monstruo de roca era capaz de seguir sus movimientos... Un solo golpe significaría su final.

La escarcha comenzó a tomar posesión de los adoquines que formaban el suelo de la plaza, de aquellos restos, dos lanzas de hielo salieron despedidas hacia el rostro del gólem para distraerlo, pero el súbito choque apenas logró desconcentrar a su enemigo, que emergió tras los diminutos restos de agua congelada como si no existieran.

—¿Me recuerdas? —le preguntó, mientras miraba cada uno de sus movimientos—. Tú me hiciste esto. —Señaló a su mano de hielo, hablar le ayudaba a mantener la calma frente al enemigo más poderoso del continente.

—Obais Najur no responde a escoria del norte. —Uno de los cultistas invocó una esfera de luz ardiente entre sus manos y la arrojó hacia él. Ese poder elemental era diferente al que había observado de los bandidos, el incandescente ataque había sido refinado a lo largo de intensos años de entrenamiento.

Antes de que pudiera tocarlo, Yzen logró saltar lejos de su trayectoria y a meros metros de la bestia, que no titubeó en apuntar con su espada hacia él una vez más, sin temor a ser alcanzado por el fuego de sus compañeros.

Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora