El castillo de Duner era de las pocas fortificaciones en Viltarión que había aguantado al paso del tiempo y a los ataques de otras naciones sin dificultad.
Esconderse tras muros de piedra era una pobre táctica contra cualquier ejército de materializantes capaces de trepar en un instante con su poder y aún menos efectiva contra pelotones de elementalistas capaces de mermar el sólido material en cuestión de minutos.
Pero la fortaleza de Duner era diferente, durante la primera guerra elemental los ancestros de Hilgar habían alzado el majestuoso edificio sobre el acantilado para divisar el gigantesco lago en su totalidad, y habían mezclado hierro de Ebalor en sus rocas exteriores para evitar que el poder de sus enemigos afectara a sus defensas, además de ocultar a la vista cualquier trozo de muralla en la parte superior. «La fortaleza impenetrable», «El bastión de los hombres», así llamaban los orgullosos habitantes del reino a la imponente estructura y no sin razón, pues en casi doscientos años, ningún ejército había logrado tomarla por la fuerza.
Termidas ojeó con curiosidad los tapices colgados en las paredes de piedra mientras caminaba por su interior, cada uno representaba un momento en la historia de su nación; los antiguos líderes, los héroes que habían dado su vida por defender la frontera en incontables ocasiones, así como la desfigurada apariencia con la que habían retratado a sus enemigos... Cada uno de ellos adornaba los pasillos por donde Nirte les guiaba.
También le sorprendió encontrar una sola alfombra azul marina que cubría todo el suelo del interior. Después de ver el exterior del ominoso castillo, jamás hubiera pensado que dentro fuese tan acogedor, pero Termidas agradeció equivocarse.
—¿Cual es vuestro nombre? —el comandante dirigió la pregunta a los dos bufones, con la estoica actitud con la que había hablado al entrar a la posada minutos atrás.
—Ozoku.
—Ozoki, viejo guerrero. —Contestaron a la vez.
—¿Viejo...? —rio—. Pocos tienen las agallas de llamarme nombres en esta fortaleza, joven. —Agregó y volvió su máscara de metal hacia él—. ¿Y tú? Sé con seguridad que Yvelde te envió, pero no he preguntado tu nombre.
—Termidas, mi comandante. —Contestó, a la vez que miraba hacia el fondo, donde una puerta enorme de madera oscura esperaba abierta de par en par.
—Oh... El Lobo Austero. —Nirte se giró para ojearlo con detenimiento, pero sin llegar a interrumpir sus pasos—. No es la primera vez que oigo de ti. Tus hazañas en el Bosque Vil contra la Escama han llegado a todas las esquinas de la nación.
—Cualquier guerrero con honor hubiera hecho lo mismo, comandante. —Termidas asintió con la cabeza, mientras invocaba recuerdos de aquel oscuro capítulo de su reino.
—Pocos hubieran entrado en solitario a por ese grupo de esclavistas. No te menosprecies, soldado. —La actitud del viejo líder no cambió al escuchar su identidad, pero había algo en su voz que le recordó a Yvelde, un hilo casi imperceptible de satisfacción le convenció de que podía confiar en él.
La habitación a la que les guio estaba bañada por una intensa luz proveniente de un centenar de antorchas colgadas en una hilera de columnas de piedra, que sostenían la gigantesca cúpula sobre sus cabezas.
En el centro, la mesa más larga que Termidas había visto en su vida aguardaba con estofados de buey, cerdo y cabra, ruedas de queso de diez colores diferentes, panes recién horneados y cerveza en una docena de jarras distribuidas por todo el espacio. El súbito olor hizo rugir el estómago del capitán y los dos bufones, que, a pesar de haber pasado la noche y la mañana en la posada, apenas habían probado bocado. Aquella visión era la más hermosa que habían visto en su corto viaje.
![](https://img.wattpad.com/cover/289954410-288-k530394.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y Hierro
FantasyEn un mundo donde las personas pueden manipular los elementos a su merced, moverse distancias a la velocidad del relámpago y ser trastornados por una simple mirada, el conflicto crece por momentos. Elementalistas y materializantes buscan su lugar en...