Capítulo 56 - El continente perdido

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 El caótico campamento en las afueras de Piru se abarrotó tanto en el transcurso del día que sus caminos apenas dejaban espacio para una persona. Solo ahora, durante el limpio atardecer que llegó a la pequeña ciudad de Asgun se podía comenzar a caminar.

Pero a Izun no le importaba merodear con o sin habitantes cerca, lo único que ahora pasaba por su mente era la generosa oferta del general, así como el riesgo que suponía aceptarla.

—¿Lo harás? —preguntó Alina, mientras buscaban a Mavin, el aliado de Edoven al norte—. Estoy segura de que no eres la única a la que ha ofrecido esa población...

La materializante suspiró, sabía perfectamente que aquella misión era cuanto menos descabellada—. No estoy segura. —Contestó—. Por una parte, creo que es una estupidez arriesgarse con el gólem, lo que buscaba aquí era confirmar su derrota, nada más... Pero también pienso en todas las personas del sur que han sufrido en sus manos y lo que habría hecho mi familia si hubieran sobrevivido a la tercera guerra elemental de tener esta oportunidad... Por no hablar del pago, —sonrió bajo su máscara—. Aunque solo sea para convencer al mayor número de materializantes, es una oferta que nadie me había hecho antes.

—Yzen confía en él y es una buena oferta... Pero, ¿qué buscabas tú cuando saliste del sur...?

—Solo un lugar donde vivir. —Contestó la materializante, sincera.

—Aunque hagas lo que te piden, aunque derroten al Gólem Elemental, dudo que Asgun sea ese lugar... —La voz de Alina estaba cargada de una melancolía que Izun solo había oído el día que la conoció, en la casa de enfermos de Kirut.

—¿Qué te hace decir eso? No estaba segura de que Asgun y Grimalor fueran las únicas naciones donde gente como yo podía vivir en armonía... Pero creo que Edoven y los elementales me libren, Ayonos, son prueba de ello.

Ahora era Alina la que suspiró—. Desde que llegué al continente, he visto conflicto en todas las fronteras de Asgun. Estoy segura de que si logras tu misión ahora, en un futuro habrá más, hasta que llegue una que termine contigo. Lo he visto antes, materializantes sin extremidades que acababan en cualquier casa de enfermos olvidados. Y eso ocurre aquí, en la nación más tolerante con gente como tú... —Izun notó miedo en la voz de la elementalista—. Por favor, confía en mí. No aceptes el trabajo del general, el dinero de Edoven es suficiente para vivir cómodamente. No quiero verte rota o debajo de una tumba...

La materializante miró al firmamento y meditó las palabras de su amiga.

—Nunca me habían hecho esta oferta antes... —Dijo Izun—...Y nadie se había preocupado de esta forma por mí. —Agregó, podía sentir un nudo de felicidad en su estómago—. ¿De dónde eres? Has dicho que has visto conflicto desde que llegaste... Y todavía no he oído historias de tu pasado.

Alina detuvo sus pasos en el camino de tierra y volvió su detallada máscara hacia ella, su actitud reservada convenció a Izun de que no contestaría.

—¿Conoces Yseldas, el continente del oeste? —procuró bajar su voz al hacer aquella pregunta.

—Solo sé que la nación de allí no se relaciona con nadie. Que desconfían de cualquiera que venga de fuera... —Izun pausó un instante—. Que al norte hay monstruos tan terribles como el gólem de Binos... —Una extraña sensación de miedo se apoderó de ella, no podía imaginar que semejante lugar existiera en el mismo mundo que ella—. ¿Naciste allí...? —agregó, hasta ahora solo había conocido gente del continente central, fuesen amigos o enemigos.

La elementalista asintió con la cabeza—. No recuerdo cómo, pero cuando era una niña llegué de allí a Lorm, no se donde nací, ni desde donde zarpé, pero estoy segura.

Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora