Izun caminaba detrás de Nuto y Alina guiaba los pasos del grupo a través de la negrura de Piru, hacia lo que creían era el este de la población.
—¿Hace cuánto llegasteis a Asgun? —le dijo al cultista desenmascarado, sin poder evitar entonar la pregunta con cierta malicia.
—Hace unos meses. —Contestó, desde que Korusei le empezó a afectar su voz había cambiado de temblorosa a una de completo agotamiento—. Nos ordenaron buscar al joven que acompañaba a vuestro amigo, cuando vi tu habilidad supe que él también la tenía... Por eso somos más en Asgun ahora. Normalmente solo cruzamos fronteras si es para acompañar a Obais Najur.
—¿Qué podría enfadar tanto al sultán del sur para perseguirlo de esa forma? —preguntó Alina desde delante. Izun podía escuchar claramente el desagrado que aquella nación le provocaba.
—No fue Binos quién nos envió. —Contestó—. Nos envió Riún.
—¿La Enviada del Sol? —la materializante reaccionó de inmediato, el nombre de la general era de los más infames fuera de Tirfen, especialmente entre exiliados como ella—. Aunque no me extraña... —Agregó después de meditar unos segundos, mientras observaba alrededor—. Ella sería la única capaz de enviar un pelotón contra un niño materializante.
—Su intención era enviarme a otro país... Para ver cómo eran los lugares donde los materializantes todavía vivían. —A pesar del cansancio, el oscuro rostro de Nuto esbozó una melancólica sonrisa—. Quería que viera la realidad... Y ahora la veo.
—¿Para que querría la comandante de los cultistas que tú vieras la realidad? Y para colmo cazando a un niño... —preguntó, sin comprender.
Nuto suspiró, el blanco brillo de sus ojos se apagó unos segundos antes de contestar.
—Porque soy su hijo... —Contestó. Su voz tembló antes de continuar—. Riún... Mi madre me envió tras un chico que había escuchado secretos del reino... ¡Pero solo eso! ¡Por eso lo perseguí! No porque fuera un materializante... —bajó la voz y después de unos segundos aspiró una enorme bocanada de aire—. Ya tenía mis sospechas antes de salir de ahí... —Su voz ahora era suave, el arrepentimiento acompañaba a cada una de sus palabras—. Nunca entendí por qué tenía que existir Obais Najur, o por qué teníamos que cazar personas... He visto el trato que mi pueblo le da a la gente como tú... —La miró—. Sient...
—Ahorra tus disculpas. —Lo cortó—. Mi pueblo y mi familia ahora no existe por gente como tu madre. No oiré esas palabras, no de un cultista. —Dijo con rabia, mientras los recuerdos de su familia pasaban por su mente junto al paisaje de Ylimer... Junto al rojo despertar que los guerreros del sol brindaron ese maldito día hace años...
Entonces, sin ver cómo, Izun notó la cálida mano de Alina sobre su hombro.
La elementalista se sacó la máscara y le sonrió con dulzura, su rostro parecía el rostro de un ángel. Después se la volvió a poner y miró al joven traidor del desierto—. Nos cuesta creer tus intenciones, Nuto. Especialmente si dices ser hijo de una comandante enemiga. —Dijo sin sonar acusadora ni enfadada. La tranquilidad de su compañera alejó el triste recuerdo de sus hermanos y sus padres.
—No os preocupéis, no me pondré la máscara, no espero ese trato. —Asintió en la penumbra—. Solo quería que supierais la verdad.
—Maldito el día que aceptamos el trabajo para Edoven... —Murmuró Izun divertida—. Ahora podría estar en Kirut tranquilamente, sin escuchar las preocupaciones de un enemigo.
—Vamos, vamos, fuiste tú la que insistió en venir a ver al gólem, no te arrepientas a solo horas de conocerlo. —Dijo Alina en el mismo tono.
La materializante sonrió y regresó a su actitud seria—. Te vamos a entregar a la orden de Yltamer, Nuto. Ahí decidirán si dices o no la verdad.
—Es lo justo. Yo haría lo mismo en vuestra situación. —El joven contestó con una sonrisa forzada, pero incluso en aquella negrura, la materializante podía ver su actitud complaciente.
Entonces, la voz de una cuarta persona los alertó.
—Mira Iyé, un pajarito blanco. —Izun reconoció de inmediato la voz de la Sombra Blanca.
Ayonos apareció por el callejón a su lado como un espectro oscuro, acompañado de solo uno de sus guerreros.
—Si habláis más fuerte los bandidos y el gólem os encontrarán sin ayuda. —Dijo mientras acercaba sus pasos al grupo—. ¿Qué tenéis aquí? —preguntó, ahora los orificios blancos de su máscara se habían centrado en el hombre sin vendas ni antifaz.
—Un guerrero de Tirfen. Queremos que Ilsen se ocupe de juzgarlo. —Contestó, todavía no confiaba en las intenciones de su antiguo perseguidor.
—¿Un soldado enemigo? —la entonación del guerrero cambió a una de asombro—. ¿Qué hay que juzgar? Un soldado de Tirfen está en nuestro territorio y su majestad quiere acabar con todos ellos.
—Por eso mismo. —Alina se interpuso entre Nuto y el asesino de Yltamer—. Su majestad puede sacar información de él si estalla otro conflicto, será mejor saber cómo funcionan sus guerreros antes de enfrentarse a ellos.
Ayonos miró a la elementalista con atención—. Tú eres la que abrió el muro en el hogar de Doverán... —La Sombra Blanca calló un segundo y suspiró—. No sé qué elemental os ha maldecido, pero Ilsen está al sur, un mensajero ha visto al gólem cerca de la ciudad, por eso vamos al norte. Pronto llegará a Piru.
Una sensación de urgencia se apoderó de las dos guerreras al comprender la situación—. Yzen fue hacia allí... —Murmuró Alina.
—Tenemos que avisarles. —Contestó Izun.
—Vamos. —Contestó la elementalista, sin ocultar su preocupación por el pequeño acompañante de Yzen—. Tendrás que seguirnos un poco más, Nuto. Espero por el bien de todos que no nos topemos con más cultistas hoy... —Agregó y junto a los dos guerreros de Yltamer, caminaron por los foscos callejones de la ciudad hacia la ominosa amenaza del sur...
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Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y Hierro
FantasyEn un mundo donde las personas pueden manipular los elementos a su merced, moverse distancias a la velocidad del relámpago y ser trastornados por una simple mirada, el conflicto crece por momentos. Elementalistas y materializantes buscan su lugar en...