Capítulo 20 - La sombra del mal

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 Habían transcurrido varias horas desde su encierro en las mazmorras del Bastión Plateado, y ahora, bien entrada la noche, Ojain podía sentir algo parecido a un momento de tranquilidad en las celdas, donde había sido encerrado sin su máscara o demás pertenencias, solo su atuendo azul.

No sentía la opresión de Korusei, pero el joven aprendiz sabía que su ínfimo poder jamás sería suficiente para sacarlo de las celdas más seguras del sultán de Tirfen.

El joven miró sin esperanza los barrotes que bloqueaban su calabozo, afuera, podía divisar dos celdas más, una que contenía un hombre completamente mutilado que miraba sin esperanza la única fuente de luz que había ahí dentro; una pequeña ventana que reflejaba los tenues rayos provenientes del astro nocturno, y en la otra yacía Bilgir completamente amordazado con una extraña cadena oscura.

—¡Eh! —alzó la voz.

—¡Silencio! —antes de entablar una conversación con el capitán del barco, una tercera voz invadió el habitáculo entero y provocó un escalofrío a Ojain, que no logró ver de dónde provenía.

Al comprender que ninguno de los presentes gozaría de una pizca de intimidad se centró en los detalles que había en el pasadizo en silencio, entonces, al volver su mirada, se percató que había pasado por alto una puerta justo al lado de su celda, al final del pasillo.

—No mires esa puerta... O terminarás como yo... —El elementalista miró a su alrededor cuando notó la ominosa maldición tomar posesión de su cuerpo una vez más; el hombre al que habían quitado sus extremidades lo observaba fijamente, con un miedo infinito dibujado en sus ojos.

La agitada respiración del aprendiz se calmó una vez este apartó su triste mirada, pero una extraña sensación de preocupación se apoderó de su ser.

Entonces, reconoció los gritos de uno de los marineros bajo el mando de Bilgir al principio del corredor. Pocos prisioneros lograban sobrevivir al encierro en las celdas de la capital del sur, pues, excepto aquellos de gran importancia para el sultán, todos eran juzgados en apenas días y desterrados, o en casos más extremos, colgados inmediatamente después...

Ojain escuchó atentamente, pero después de apenas segundos, los aullidos del marinero cesaron por completo, sin poder tener siquiera el consuelo de conocer su destino...

—Malnacidos... —Murmuró el capitán del norte sin fuerzas, a la vez que intentaba zafarse sin éxito de sus cadenas.

—Puedes intentar emplear tu poder todo lo que quieras... No servirá de nada. —Otra voz invadió el pasadizo desde la celda contigua a la del aprendiz.

Ojain solo pudo ver una mano asomar de los barrotes.

—¿Qué es esto...? No puedo sentir mi poder...

—Hierro de Ebalor. —Escupió la voz—. Uno de los presentes que el Reino de la Doncella empleó en la tercera guerra elemental. —Rio.

—Pensaba que ese material lo usaban solo con los prisioneros más valiosos... —Murmuró Bilgir.

—Si lo han usado contigo, serás de los pocos afortunados que lograrán sobrevivir... —Explicó la voz, e introdujo su brazo de nuevo a su celda.

—¿Cómo te llamas? —preguntó Ojain.

—¿Qué más da mi nombre? —suspiró—. Preocupate de mantener el tuyo cuando salgas de aquí, si sales de aquí... Al fin y al cabo, quizá sirvas como experimento para el sultán, como esos que gritan ahora... Saber los nombres de otros prisioneros no te ayudara si ya han decidido qué hacer contigo. —Explicó.

—¿Qué hay tras la puerta al final del pasadizo...? —agregó el joven, determinado a satisfacer su curiosidad a pesar de las circunstancias.

—Alguien como nosotros. —Contestó la voz —. He visto a diferentes hombres del sultán entrar, pero la que está allí dentro nunca cambia... —Agregó.

—¿Qué clase de prisionero encerrarían ahí...?

—Haces muchas preguntas para ser un recién llegado. ¿Eres un materializante o un elementalista? —suspiró el desconocido, cada vez más irritado.

—Elementalista...

—Entonces hazte un favor y no hables demasiado, nuestro amigo sin piernas ni brazos también quería satisfacer su afán por descubrir... Mira adonde lo llevó. —Comentó—. Solo sé que todos los tragaluces aquí no muestran nada más que la luz de la luna, ninguna figura, ninguna pared... Así evitan que los pocos materializantes escapen usándolos... Con semejante grosor en la puerta, habrías de ser un necio para no deducir qué clase de prisioneros encierran ahí. —Agregó.

—¡He dicho silencio! —la misma voz que hizo callar a Ojain minutos atrás sonaba cada vez más cerca—. ¿Poniendo al día a los nuevos prisioneros, Ristri? —un hombre de atuendo oscuro y máscara albina detuvo sus pasos justo enfrente de la celda a su lado.

—Lo siento, Filger, ambos insistían en averiguar cómo funcionan las cosas por aquí, pensé que darles una explicación para ahorraros dolores de cabeza sería conveniente. —Explicó, a la vez que intentaba disimular el cansancio que Korusei le provocaba cada instante que el carcelero lo observaba.

—No quieras tentar demasiado tu suerte, aquí ninguno de vosotros tiene amigos. —Le advirtió el hombre después de un largo instante y apartó su mirada, que provocó una profunda bocanada de alivio en el prisionero que había defendido los murmullos de los recién llegados —. Al próximo que hable, lo encerraré personalmente el resto de la noche en la Sala de los Espejos. —Agregó, y regresó al principio del corredor.

Ojain escuchó por primera vez aquel nombre y por el tono del carcelero, sabía con certeza que no deseaba descubrir qué tipo de habitación guardaban para la escoria de Tirfen.

—Os daré un consejo. —Murmuró Ristri cuando el guarda se alejó, en un tono más leve que antes—. Evitad que os lleven ahí, y si lo hacen, si algún día os lleva a ese lugar; soportad el dolor, no os escondáis ni os tapéis...

Los intentos por satisfacer su curiosidad deberían esperar. Después de la breve charla ninguno de los prisioneros dijo una sola palabra durante el resto de la noche.

El elementalista sabía identificar desde que era un niño cuando era sabio tentar a la suerte... Y en aquella silenciosa mazmorra, hablar distaba de serlo...

Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora