A pesar de haber dado el perdón el día anterior junto a Ulenna, Ojain no pudo evitar acercarse al puerto a esperar y comprobar personalmente si el navío del norte había llegado. Estaba convencido de que el maestro de muelles a menudo ignoraba aquellos documentos para mantener esos barcos atracados indefinidamente, para así ahorrarse la molestia de lidiar con los otros marineros que no contaban con semejante privilegio...
El joven aprendiz de banquero estaba sentado en uno de los soportes de roca que servía de anclaje para las naves del muelle cuando divisó en la lejanía las características banderas negras de Grimalor en uno de los barcos, la nación al norte del continente que traía la desconocida carga para su maestro.
—«Por fin». —Pensó aliviado al verlo.
Cuando los demás trabajadores del puerto divisaron los colores del barco que le interesaba, ninguno en el puerto actuó como había visto durante esas horas con los demás navíos.
Desde la declaración del sultán, aquellos que atracaban en los muelles de Tirfen eran detenidos por pequeñas fragatas antes de alcanzar tierra firme. Pero era evidente que con ese estaban haciendo una excepción. El documento que había entregado había servido su propósito.
Ojain se incorporó y caminó hacia el lugar donde pensó que llegaría el tan ansiado cargamento, dispuesto a recibirlo personalmente para evitar mermar la relación del banco de su maestro con el líder de la capital, y para agilizar lo máximo posible el proceso.
Mientras pisaba la prístina piedra que formaba el puerto de Tirfen, el joven elementalista se percató de otra ominosa presencia que se acercaba al mismo lugar que él. Una patrulla formada por tres hombres y dos mujeres que vestían ropajes de tela roja encima de cotas de malla y una pechera de acero dirigían sus pasos al mismo muelle que su navío.
Ojain titubeó ante la presencia de los Cultistas del Sol. Esa antigua organización rara vez intervenía en los asuntos de la ciudad, y verlos ahí no hizo más que reforzar sus inquietudes.
—Se nos ha informado que el navío que llegará aquí está exento de revisiones. Hemos venido para hacerlas de todos modos. —El joven aprendiz escuchó las palabras de la patrulla mientras se acercaba a los marineros, que estaban preparados para ayudar al inminente barco.
—Binos mismo fue quién emitió el perdón para permitir su entrada... —Alegó uno de ellos, irritado ante el súbito cambio a la vez que rebuscaba en sus bolsillos el mismo papel que Ojain le había entregado al maestro de muelles la mañana anterior.
—¿Fue Binos quién os entregó ese documento? —preguntó el que parecía ser el capitán del pequeño destacamento.
El hombre titubeó, incapaz de responder.
—Fui yo. —Intervino Ojain, a la vez que acercaba sus pasos a los dos grupos—. Mi maestro, Bahir, me encargó emplear el perdón de su majestad para agilizar el proceso de esta entrega en vista a todo lo que está ocurriendo al norte. —Explicó con seguridad, mientras miraba la blanca máscara que cubría el rostro de los cinco cultistas, ahora posadas en él.
—¿Qué hay en ese barco? —el hombre señaló hacia el navío que ahora izaba sus banderas, listo para atracar.
—Solo mi maestro puede responder a esa pregunta, ¿cómo te llamas? —se atrevió a preguntarle, a la vez que intentaba mantener la compostura.
—Gilin. Actual comandante del sol en Tirfen por ausencia de mi maestra, la Enviada del Sol. —Respondió, sin molestarse en esconder la molestia que aquella pregunta le había provocado—. Has dicho que tu maestro era Bahir, ¿no? Tú debes ser Ojain... —Agregó, y posó su mirada en el joven aprendiz, antes de volver su mirada hacia el barco proveniente de Tyskfjäll, a meros minutos de atracar—. Harías bien en mantener la boca cerrada. Siendo tú quién ha entregado ese permiso, la responsabilidad de dejar pasar el cargamento de este barco recaerá sobre ti, sea lo que sea. —Advirtió, antes de guardar silencio mientras esperaba junto a los demás que el barco llegara.
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Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y Hierro
FantasyEn un mundo donde las personas pueden manipular los elementos a su merced, moverse distancias a la velocidad del relámpago y ser trastornados por una simple mirada, el conflicto crece por momentos. Elementalistas y materializantes buscan su lugar en...