Capítulo 67 - Canción de piedra

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 Izun había escuchado el abominable grito de la bestia en la distancia. Sabía que Alina y la Sombra Blanca lo habían percibido también, así como su compañero, pero ninguno dijo nada, simplemente continuaron hacia la dirección del sonido maldito como mosquitos tras una lampara de aceite... El único que habló al oír la escalofriante voz fue Nuto, el hijo de la enviada del sol.

—Obais Najur... —Murmuró atemorizado—. Debéis alejaros de aquí si queréis vivir, tú en especial. —Miró hacia ella.

—Todavía no hemos avisado a Yzen, no regresaré hasta que lo encontremos. —Contestó la materializante, determinada a encontrar al niño y al guerrero azul.

—Sobre los edificios. —Intervino Ayonos, mientras apuntaba con el dedo hacia el norte de la ciudad, donde restos de nieve y hielo se movían con violencia.

Los cinco detuvieron sus pasos un instante y miraron el gélido halo sobre los techos de Piru, Izun sintió un oscuro presagio en aquella visión y a juzgar por el silencio a su alrededor ella no era la única...

—El Elementalista de Agua... —Murmuró Iyé.

—¡Vamos! ¡Hay que ayudarlo! —Alina los sacó de sus pensamientos, sin dejar que la materia en el cielo nocturno mermara sus pasos.

A medida que avanzaban por las oscuras calles de Piru hacia el creciente sonido del intenso combate, los guerreros supieron que dirigían sus pasos hacia lo que podía ser su final...

Cuando por fin se introdujeron en la vía donde habían visto materializada la nieve de Yzen, vieron el brillo de dos lámparas junto a una gigantesca figura negra.

—Es él... —Murmuró Nuto, un agujero apareció en el estómago de la materializante tan pronto el cultista mencionó al conocido monstruo del sur... En el momento que Izun vio por primera vez al gólem elemental.

—Por todos los elementales... —Dijo Alina, mientras posaba su detallada máscara en otra figura al lado de la bestia.

Yzen acababa de sucumbir al ataque del monstruo del sur y ahora la brillante mirada del gólem se había centrado en el materializante de siete años, que se arrastraba con desesperación hacia la pared de piedra aterrorizado.

—¡Rasguán! —gritó Izun y en un acto reflejo empleó su poder para aparecer a su lado.

La materializante pudo sentir al enemigo a su espalda, un chillido formado por miles de voces ensordeció a la guerrera, pero aun así no giró su mirada, la joven con máscara de búho abrazó con fuerza al niño y le susurró al oído...

—Cierra los ojos.

El mismo poder que la había llevado allí la hizo desaparecer junto al pequeño una vez más, pero no tan lejos como la joven había previsto...

Los dos cayeron estrepitosamente al suelo a medio camino de los guerreros, el súbito salto junto al intento por acarrear a Rasguán fue suficiente para que sus fuerzas flaquearan.

—¡Izun! —gritó Alina, tanto ella como Ayonos e Iyé ahora corrían hacia ellos con sus espadas desenvainadas.

Un mareo incontrolable se apoderó de su cuerpo, pero no fue suficiente para hacerla colapsar. Mientras intentaba recomponerse, la joven miró a su alrededor y encontró la figura de la Sombra Blanca cerca de los dos cultistas enemigos, tras el gólem.

En apenas un instante aquella calle hirvió con la melodía de la guerra. La creación del sur hizo retumbar el suelo con sus pisadas, su única motivación era terminar con ella y Rasguán. Izun apoyó la mano contra los adoquines y trató de incorporarse.

—Corre... Hacia allí. —Logró decirle a Rasguán, mientras señalaba la vía que los había llevado hasta su enemigo.

Iyé fue el primero en tratar de empujar a la bestia hacia atrás con su poder, pero esta apenas se vio afectada por el súbito ataque... Obais Najur quería eliminar a los materializantes cerca, lo demás no importaba.

Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora