Capítulo 43 - La última Espectra Dorada

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 Ojain aguardaba pacientemente la llegada de la noche. El día había transcurrido como todos los demás, pero el conocimiento de la mazmorra oculta y haber conseguido tener contacto con Pitera, hicieron que su dura interacción con los centinelas del Bastión Plateado fuese mucho más amena que los primeros días ahí dentro.

Pero había un pensamiento oscuro en su mente. La noche anterior no habían tenido tiempo de hablar con Pitera todo lo que hubiera querido y después de regresar velozmente a su celda, Ojain pensó en las últimas palabras de la diminuta materializante.

—«Espectros Dorados». —Pensó con un amargo sabor de boca. Aquel infame grupo de las cordilleras había sido erradicado por los elementalistas después de la tercera guerra elemental y por alguna razón, esa joven había sido encerrada en lo más profundo del Bastión Plateado sin la más mínima idea del destino que deparó a los demás miembros de la extinta organización materializante.

La idea de revelar esa cruel realidad a la mujer que acababa de conocer era lo único que revolvía su estómago tanto como la detestable comida que traían dos veces por día.

—Hay movimiento de centinelas. —Las palabras de Ristri sacaron de sus pensamientos al aprendiz de banquero, que puso las manos en los barrotes de hierro de Ebalor, para intentar mirar al fondo del lóbrego pasillo.

—Ya conoces el camino. —La voz de Filger recordaba a los ancianos fumadores de pipa en el puerto—. Tienes cinco minutos. —Le dijo a alguien que el aprendiz no podía ver.

Ojain escuchó los pasos resonar por las paredes de piedra y hierro, cada vez más cerca.

Entonces, una profunda sensación de alegría invadió al joven cuando vio ante su celda las azules y ásperas vestiduras de su amiga. Ulenna no lo había abandonado.

—Hola. —Saludó la Hechicera del Viento y contempló cuidadosamente los brillantes citrinos que Ojain tenía por ojos.

La sorpresa de contemplar por primera las facciones de su conocido se disipó el instante que Korusei tomó posesión del prisionero.

—Perdón. —Apartó la mirada a un lado—. No pensé que te habrían dejado sin máscara... —Agregó, sin dejar de contemplar los detalles en el suelo de la celda.

—¿Cómo has entrado? —preguntó el aprendiz, sin dar crédito a la súbita presencia en aquel sucio y maloliente lugar.

—El soldado de tu maestro me vio entrar con él hace unos días, piensa que estoy ayudando a la joven que hay encerrada allí dentro. —Hizo un gesto hacia la puerta de madera—. Bahir me amenazó entonces para convencerme de enviar la Estrella del Sol cargada de guerreros al norte... —Su voz era pesada, aquel nombre parecía despertar una sensación de odio dentro de ella.

—¿Conoces a Pitera? —Ojain evitó hablar de su maestro, ni en sus más terribles pesadillas hubiera creído que aquel anciano pudiera traicionarle y, sin embargo, solo debía mirar alrededor para ver la cruda realidad...

Ulenna miró extrañada al joven.

—¿Cómo sabes su nombre? —aquella pregunta abandonó los labios de la médica como un murmullo lejano.

El joven aprendiz sintió una sensación de vacío, el resentimiento hacia su maestro lo distrajo e hizo que aflojara el nombre de la prisionera que acababa de conocer.

Antes de que pudiera contestar, la Hechicera del Viento se acercó al calabozo lo máximo posible.

—No importa. —Lo interrumpió—. Si eres capaz de hablar con los demás prisioneros, quizá te pueda sacar de aquí... —Ulenna se cuidó de comentar aquellas ideas en voz alta—. Los cultistas me siguen, debo abandonar Tirfen durante un tiempo...

—¿A ti también...? —la pregunta del aprendiz iba cargada de tristeza, ni la Hechicera del Viento estaba a salvo de las garras y la paranoia de esos fanáticos.

—Me vieron hacer preguntas en el puerto... Creo que es por eso. Ese cargamento... Los materializantes que encontraron, ¿sabes a quién iban dirigidos? —preguntó.

—Por las palabras de Bahir, aquí, al Bastión Plateado, pero no estoy seguro de que el sultán supiera de su contenido, aunque ya no sé qué pensar...

—En el muelle me dijeron que estaba destinado a la Serrería de Ing, la han usado como cubierta... —Suspiró la elementalista—. ¿Quién demonios querría dos materializantes en esta ciudad? ¿Y para qué? —preguntó Ulenna, sin esperar respuesta alguna de su amigo.

—Mi maestro sabía exactamente qué había en ese barco y si empleó el perdón de Binos conmigo, me hace pensar que esto, —alzó los brazos para señalar su celda—, no se trata de un mero accidente... —Explicó lleno de ira.

—¿Han encerrado a los materializantes aquí? ¿Con vosotros? —preguntó la Hechicera del Viento.

—No los he visto, pero es difícil saber quién hay en este corredor desde el final. —Admitió—. Pero estoy seguro de que no vinieron con nosotros, al menos el día que nos trajeron aquí...

—El día que Bahir me hizo venir me contó sobre la creación del Gólem Elemental. No tenía idea que Jinos lo había creado... Pero me hace pensar que quizás estén utilizándolos para hacer algo similar... Solo de pensarlo me enferma. —Suspiró—. Quiero salir de esta ciudad, pero no puedo abandonar a la unión. Pero sí puedo enviaros como polizones en la Estrella del Sol... —Comentó—. Hay un compartimento en ese navío que solo unos pocos conocen, gente de confianza. —Agregó.

—Primero debo llegar al barco. —Dijo el joven mientras pensaba en la información que Ristri le había dado de la inexpugnable mazmorra.

—Hallaré la forma de que llegues. —Le aseguró Ulenna.

—¡Un minuto! —la voz de Filger recorrió el pasillo hacia su celda como el aviso de un pregonero.

—Estás en el ala sur del Bastión, tu ventana da al este, al desierto. —Comentó rápidamente—. Encontraré la forma de guiarte fuera de estas celdas. —Le aseguró inmediatamente después. Entonces la líder de la Unión del Viento se apartó de los barrotes—. Sobrevive hasta entonces...

Ojain vio marchar a su amiga tan súbitamente como había aparecido, pero el joven se mantuvo contra los barrotes, pensativo.

—Parece que no todos te han olvidado afuera... —La voz de Ristri lo trajo violentamente a la realidad—. Háblanos de la propuesta de tu amiga esta noche. Estoy seguro de que nos interesa a todos.

—Primero, quiero hablar con Pitera. —Le contestó—. Si mi amiga nos ayuda, el poder de la materializante jugará un papel importante en nuestra fuga...

El aprendiz solo podía ver la mano del prisionero de Hilgar, pero no necesitaba contemplar su rostro para saber que el astuto viejo tenía una sonrisa dibujada de lado a lado...

Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora