Capítulo 55 - Historias de escorpiones

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 El ambiente de la taberna era pesado y húmedo, aquel oscuro lugar no era lo que el guerrero de Hilgar había esperado encontrar al llegar al lago de Duner. Había pasado un día, pero sabía perfectamente que podría esperar más entre aquellas paredes de madera... Tanto como los soldados de la fortaleza deseasen.

Uvil los había guiado hasta la entrada la tarde anterior, pero uno de sus compañeros creyó oportuno hacerlos esperar afuera, para así velar por la seguridad de su comandante.

—«Maldita sea» —Pensó Termidas, lleno de frustración.

—¿Sigues molesto? —preguntó Ozoku.

—Parece molesto, sí, sí. —Ozoki le dio un trago a su taza de vino.

—No me extraña, Ozoki, ese capitán prometió una cosa... —El bufón imitó a su compañera y dio un largo trago—...Y nos entregó otra.

—No podía hacer nada. —Intervino el guerrero de Hilgar. Mientras recordaba con decepción al otro capitán de Duner que los recibió en la fortaleza cuando alcanzaron su entrada—. «Por seguridad» —Rio, al recordar la triste excusa del hombre que los había obligado a descansar afuera, incluso después de oír las quejas del joven capitán que los encontró de camino al castillo—. Como si responder a la amenaza de Tirfen no fuese un asunto de seguridad.

—Debería venir a buscarnos, sí, sí, en cualquier momento, cuando el hombre de tu mensaje oiga de ti, eso dijo. —Le recordó la materializante.

—Ya es mediodía. —Comentó Termidas de mal humor. La rápida visita que debió tener con Nirte, el viejo compañero de su capitana se había retrasado hasta que los guerreros del castillo los buscaran—. Mi capitana tiene en alta estima al comandante de esta fortaleza, pero me advirtió de lo testarudos que sus hombres pueden llegar a ser... Supongo que no siempre se parecen a sus comandantes.

—Ninguna persona es igual a otra. —Contestó Ozoku con tranquilidad, Termidas estaba convencido de que el materializante disfrutaba de aquellos infortunios, sin importar a quién le afectara.

—A menudo es mejor tener paciencia, sí, sí, eso dicen las historias, eso cuentan los cuentos de la marisma. —Dijo Ozoki.

El soldado suspiró, no estaba de humor para escuchar a los dos mercenarios que había acompañado hasta ahí.

—¿Conoces las historias de Filbar y el desierto de Bilfgar? —preguntó el materializante, con voz tranquila.

—¿Cuál de ellas?

—La de los nómadas del norte.

—Solo he oído que su piel es azul, llevan máscaras negras y que ahogan a sus víctimas con arena... ¿Qué tienen que ver ellos con no poder entrar a Duner?

—Hace años, los habitantes de la marisma notaron más y más nómadas cerca de la frontera, sí, sí. La cordillera se extiende hasta la marisma, pero no bloquea el desierto por completo. —La materializante comenzó a explicar su historia—. Hace tiempo, cuando eran otros los que usaban nuestros nombres, los Escorpiones de Polvo decidieron intentar adentrase a la marisma para reclamarla como suya.

—El único hombre que se llamaba igual entonces era Ozoka. —Le ayudó su compañero.

—El más poderoso de los seis, el más paciente... —Dijo la mujer, la voz de ambos se había vuelto seria y misteriosa—. Los charcos de Filbar esconden muertos en sus profundidades desde que existe, aventureros que desafiaron a la marisma y pagaron con su vida. Yacarés y figuras oscuras son las mejores cosas que puedes encontrar ahí... Pero el grupo de nómadas estaba dispuesto a retar el desconocido y húmedo territorio, sí, sí, la promesa de tierras, mujeres y hierro era demasiado tentadora para los que vivían en un lugar tan inhóspito.

Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora