Capítulo 72 - Amanecer

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 Izun despertó junto a Rasguán y Alina dentro de la enorme tienda de campaña que Mavin les ofreció en la madrugada, después de derrotar al Gólem Elemental y reunirse con el general de Asgun.

Su primer pensamiento fue para el Elementalista de Agua, pero tan pronto se desperezó, la materializante supo que no quería imaginar el dolor que Yzen tuvo que soportar para salvarlos... Ya había tenido suficiente con el dolor que presenció de los soldados al escuchar la trágica noticia, así como los ominosos ojos brillantes que la miraban cuando cerraba los suyos... Pasarían días hasta que olvidase la mirada del Gólem Elemental, si llegaba a olvidarla...

Lo único que agradecía ahora era haber aceptado la insistente oferta del mercader... Tan pronto abrió los ojos su estómago rugió de hambre, Mavin se había preocupado de tener alimentos cerca de sus salvadoras.

Encima de una mesa al lado esperaba un pastel de cerdo y pollo, tres jarras de leche, una cesta repleta de higos, almendras, uvas y manzanas, y cecina puesta cuidadosamente en el centro.

Solo en el Descanso de Amvil había tenido la oportunidad de comer semejante festín. Lo único que echaba en falta era el vino que Edoven preparaba en sus tierras y que había compartido gustosamente con ella y Alina.

La joven se levantó de la improvisada cama y comenzó a saborear los frutos mientras ojeaba todo lo demás con ojos golosos.

—¿Has dormido bien? —la voz de Alina la sobresaltó. Solo había una cosa ahora que le hacía olvidar el rostro de Obais Najur, la otra pieza central en sus sueños... La mirada de su compañera.

—Sí... Es despertar lo que me cuesta. —Sonrió con amargura—. ¿Qué hará Rasguán sin él...? —miró al joven, todavía sumido en un profundo sueño al lado.

Antes de contestar, un grito alegre las sobresaltó.

—¡Bien, bien! —las palabras de Mavin entraron a la tienda de campaña como un huracán, su voz carrasposa le trajo recuerdos de los ancianos fumadores en Ylimer—. Veo que le estáis dando buen uso a mi comida. ¿Qué tal? ¿Es de vuestro agrado? —el mercader se acercó a las dos con contagiosa energía.

—Gracias por todo... Nos hubiéramos contentado con un lugar donde dormir. —Contestó Izun al volver su mirada hacia el curioso personaje.

—¡Tonterías, tonterías! —agitó las manos con exageración a la vez que cogía un trozo de pastel, gesto que a juzgar por su barriga hacía a menudo—. Vosotras salvasteis mi vida anoche si necesitáis algo, cualquier cosa, solo tenéis que pedírmelo.

La voz del mercader era tan grave como rimbombante y su afable actitud no hacía más que enfatizar el agrado que Izun sentía por aquel desconocido, sin duda no se parecía a la persona que habían rescatado del gólem del sur en la madrugada.

—Hay una cosa... —Dijo Alina mientras introducía la mano a uno de sus bolsillos—. Después del combate no te dijimos nada porque había sido un largo día para todos... Pero Edoven nos había enviado. —Mostró la moneda de turquín.

—Oh. —El mercader agarró la moneda con cuidado y la acercó a su máscara, el blanco antifaz con forma de cara parecía tener mirada propia—. ¿Os envió hacia mí? ¿Para qué?

—Quería que comprobáramos si el gólem había sido eliminado y que le lleváramos algún resto como prueba, nos dijo que podríamos pedirte un lugar donde quedarnos mientras estuviésemos aquí.

Mavin soltó una risotada—. No ha hecho falta que me mostraseis la moneda al final para ello, ¿eh? —Le acercó el hierro verde a Alina—. Le alegrará escuchar vuestras noticias cuando regreséis.

Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora