Capítulo 38 - La Unión del Viento

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 Ulenna había seguido el mismo ritual cada mañana desde que escuchó sobre la nueva amenaza al norte.

La Hechicera del Viento despertaba a diario a meros metros del mar, y aunque la capital sureña distaba de ser tranquila, había un instante mágico durante las mañanas, cuando todavía no se podían oír a los mercaderes en el puerto y el aroma a salitre se introducía por la ventana junto a los rayos de sol.

Pero había dos cosas que irrumpían el idílico despertar de la elementalista. Sus pensamientos no podían evitar centrarse en Ojain y su maestro; todavía no comprendía por qué habían encerrado al joven aprendiz de banquero, y después de su oscuro intercambio de palabras con Bahir en el Bastión Plateado, no sabía si este tenía que ver con el inesperado encierro de su joven amigo.

Cuando vistió su extravagante traje azul y la máscara que compartía el color y textura rugosa de sus atuendos, la médica bajó por el amplio y luminoso pasadizo de la Unión del Viento, el hospital más grande de Tirfen.

—¡Ulenna! —la voz rasposa y aguda de Nimir se pudo escuchar tan pronto se introdujo en el jardín interior del majestuoso edificio, donde pululaban los pacientes con una máscara blanca y togas de color ocre.

—¿Qué ocurre? —suspiró ella, el día no había hecho más que comenzar.

—Naaga hocaris, Mi señora. La flota ha partido esta mañana, lo han visto desde puerto. Los aprendices se preguntan cuándo será su turno de ir al norte para auxiliar... —Nimir era uno de los médicos elementalistas más prestigiosos del lugar, pero lo que tenía de hábil, lo tenía de inquieto, y a menudo sacaba de quicio a Ulenna con su afán de mantener todo bajo control.

—Acabo de despertar, dame unos minutos antes de pensar a que grupo de voluntarios insensatos enviar a tan horrible lugar. —Dijo cortante, desde que acompañó al Banquero de Tirfen su humor solo había ido en declive, y el conflicto de Binos al norte no hacía más que empeorarlo.

—He visto la Estrella del Sol, con soldados de palacio... —Titubeó al decir el nombre del navío que su unión había empleado desde su fundación; un barco de guerra reformado y convertido en un hospital marino de color marfil—. ¿Tan terrible es la guerra que nos deben acompañar incluso a bordo? —preguntó.

Ulenna contuvo un suspiro, no había nadie allí con quién tuviera la confianza suficiente para explicar el chantaje que le había hecho el banquero.

—Ya sabes cómo es el sultán, en estos tiempos será mejor ceder a sus órdenes si queremos conseguir algo... —Miró a través de su máscara azul al temeroso personaje—. Diles a los novicios que partirán al atardecer hacia Bifnir a bordo de la Estrella, desde allí deberán seguir a las tropas de Binos, aunque no han querido desvelar adónde...

—Entendido. —Hizo una leve reverencia y la dejó caminar hacia el otro extremo del patio interior. Ulenna había aprendido que a Nimir era mejor distraerlo con quehaceres si quería evitar tenerlo pegado a ella el día entero.

Al verlo dirigir sus pasos hacia otra de las salidas del jardín la médica suspiró aliviada, antes de volver a pensar en su joven amigo atrapado en el Bastión Plateado.

La Hechicera del Viento había contemplado el navío que causó el encierro de Ojain después de ser escoltado por los Cultistas del Sol, y este había resultado ser el mismo que el joven aprendiz había mencionado cuando entregó el perdón del sultán al maestro de puerto... Ulenna estaba convencida de su inocencia.

Pero no era justicia lo que sacaría a Ojain de allí... Incluso si lograba conseguir las pruebas de su honradez hacia la capital, debía pensar en algo distinto.

Cuando por fin alcanzó la puerta al edificio de la unión, un grupo de seis novicios miró hacia ella al cruzarse, y la saludaron con respeto en completo silencio mientras se adentraban solemnemente.

Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora