Capítulo 28 - Búhos y fantasmas

10 3 0
                                    

 La madrugada en Kirut era apacible, especialmente en el Descanso de Amvil, donde Izun pudo escuchar durante su estancia búhos canturrear y cigarras emitir su última sinfonía antes del invierno. Pero los guerreros, ahora reunidos ante la mesa de Edoven en medio de la noche, intuyeron por la urgencia con la que habían sido convocados que su descanso tendría que esperar.

—¿Qué ocurre? ¿Pesadillas en medio de tu noche? —preguntó Ozoka, sin dejar de posar ni un instante su ominosa máscara en Edoven.

—No llegué a dormirme hoy, lamentablemente. —Contestó el barón—. Acaba de venir un mensajero de Asgun, al parecer hay noticias de conflicto al norte del reino...

—Conflicto hay siempre en cualquier parte de cualquier nación; pero este no es uno común, ¿verdad? —adivinó Ozoka, que pareció mirar con renovado interés al hombre que lo había contratado.

—Normalmente no tengo razones para creer a cualquier persona que aparece por mis tierras e intenta obtener mi ayuda con astutas mentiras, pero este me ha entregado un obsequio especial a cambio de prometer mi apoyo... —Mostró el símbolo de la Orden del Oso Gris, el emblema más reluciente que cualquiera de los aventureros ahí reunidos había visto en su vida—. Su nombre era Guzak, quizá reconozcáis su nombre. —Agregó.

Tanto Alina como Ozoka se quedaron inmóviles durante un instante.

—¿Qué? ¿Quién es? —preguntó Izun, al comprender que era la única que desconocía la reputación de aquel nombre.

—Es el mensajero personal de Yltamer. —Explicó la elementalista que había compartido aposentos con ella.

La materializante hizo una mueca bajo su máscara blanca.

—¿Qué quería? —preguntó.

—Nuestro rey está reuniendo fuerzas a lo largo de la nación para confrontar al gólem elemental. Según me ha contado su mensajero, ya ha hecho estragos en Filineras y temen que esté a meros días de alcanzar Histen, creen que Piru y Kirut serán las siguientes ciudades que visitará después...

—¿Ha venido hasta aquí para pedir ayuda en nombre de Yltamer? Elementales, no sabía que estábamos codeándonos con alguien tan poderoso. —Rio Ozoka.

—¿No te habías dado cuenta al ver semejante jardín? —preguntó Alina, sorprendida por la aparente ingenuidad del extraño aliado.

—He conocido tanta gente excéntrica que no sabía muy bien qué hacer de esos vergeles, pensaba que simplemente le gustaban las flores. —Respondió con simpleza—. Pero, hay algo que no entiendo. —Agregó—. ¿Qué relación tenemos nosotros con lo que elijas hacer con tus fuerzas o Yltamer? O con ese gólem...

—Directamente nada, pero me temo que debemos llevar a cabo nuestros planes esta misma noche. —Suspiró—. No quiero arriesgar que esa criatura intervenga en esta región. Guzak y su majestad piensan que Doverán simplemente está distraído contigo—. Miró a Izun. —No saben que él dará la bienvenida a la destrucción que esa criatura pueda traer al reino.

—Y si finges no saber nada y ayudas a derrotarla mientras él se mantiene al margen, ganarás el favor de la corona aquí en Kirut. —Dedujo en un instante Alina. Sin temor a decir lo que pensaba frente al Barón del Vino.

—Cuidado, mi señora. —Dijo Janos, en un tono que ninguno de los invitados había escuchado hasta ahora.

—No te preocupes. —Comentó Edoven, y se giró hacia la elementalista—. Es cierto, quiero mantener mi posición y reputación ante su majestad, pero actuar cuanto antes ahora no ayudará a mejorar ninguna de las dos, de eso ya se está encargando Doverán sin necesidad de intervenir. —Explicó—. Me inquieta que Guzak pueda descubrir nuestros planes si actuamos demasiado tarde, y aunque me veas como un mero noble sin sentimientos, también me preocupan los estragos que esa criatura pueda hacer en mi ciudad si me distraigo demasiado con este complot. —Agregó.

Ozoka dejó escapar una bocanada de aire, divertido.

—Como ya he dicho, conflicto hay en todos los reinos, y no me podría importar menos qué demonios haga ese engendro en este país o en el siguiente. —Comentó el elementalista del laúd—. Pero mientras me pagues, actuaré cuando digáis.

—Si distraer a sus hombres funciona, me da igual ir hoy o mañana. —Intervino Izun—. Mi único objetivo en Kirut es ver a ese malnacido sin vida.

Alina suspiró, sabía perfectamente que Janos también seguiría ciegamente las palabras de su maestro.

—No me equivoqué contigo, pajarito. —Ozoka la miró, parecía encantado de tener a semejante aliada en su grupo—. ¿Iremos ahora? —agregó y volvió el rostro hacia Edoven.

—Si no se niega ninguno de vosotros. —Contestó el barón, mientras aguardaba la respuesta de Alina, la única que no había respondido de forma positiva a la súbita noticia.

La joven calló un instante y la miró, antes de soltar un suspiro de resignación.

—Decidme qué tengo que hacer. —Aceptó finalmente.

—Reunid solo lo necesario. Janos esperará en la entrada con instrucciones para cada uno. —Dijo Edoven, y se incorporó—. Yo me reuniré con Numeria en la casa de enfermos. —Agregó, antes de verlos salir de la habitación.

***

Alina e Izun caminaron velozmente hacia el elegante cuarto que las había acogido durante su estancia en Kirut.

La concentración y los nervios de encontrarse a meras horas de actuar contra el Elementalista de Hierro había sorprendido a las dos, aunque de diferente forma. De Izun se podía percibir una extraña energía, era evidente que solo tenía en mente el objetivo por el que había ido a esa ciudad, mientras que ella sentía cada vez más inquietud por los contratiempos que pudieran encontrar.

—¿Crees que podremos acabar con él? —se atrevió a preguntar, al comprobar la diligencia que su compañera exhibía mientras se preparaba una vez alcanzaron sus aposentos, dónde escuchó del sufrimiento que Izun había experimentado al sur de Viltarión.

La materializante miró a Alina y esbozó una sonrisa bajo la máscara que Jon le había conseguido en la orilla del río Bilmerio.

—Creo que no vale la pena pensar en si podemos o no. —Contestó—. No te preocupes, tu parte del plan será el menos arriesgado. —Le puso la mano en el hombro y terminó de ajustar su cinto para envainar su espada justo después—. ¿Tienes mi máscara? —le preguntó.

—Sí, aquí.

—Bien... —Izun hizo una breve pausa, antes de comenzar a caminar hacia dónde esperaba el resto del grupo—. Si no logro escapar con vida... Quédatela. —Dijo finalmente.

Alina no respondió, solo guardó silencio durante unos segundos y cuando vio salir a la materializante del cuarto, siguió tras ella.

Afuera, sentado en el borde de la fuente ante la entrada, Ozoka esperaba con su laúd mientras toqueteaba sus cuerdas sin entusiasmo.

—Parece que lloverá. —Dijo en un tono carente de emoción—. La madera de mi querido instrumento se suele resentir en esta época... —La actitud despreocupada del extraño personaje provocó envidia en Alina, que no podía alejar los ominosos pensamientos de la misión que estaban a punto de comenzar.

—¿Lo llevarás contigo? —preguntó Izun. —¿Por qué no dejarlo aquí?

—Servirá para distraer a los sirvientes del Elementalista de Hierro. Además, no me sentiría cómodo sin él. —Agregó.

—¿Estáis preparados? —antes de poder apreciar la humana respuesta del elementalista, la voz de Janos apareció por el umbral de la mansión. Vestía la misma indumentaria que lo habían visto emplear durante todos esos días, pero había cambiado su capa de color amarillo por una completamente oscura.

—Qué remedio. —Contestó Alina.

—Seguidme. —Dijo el guardián de Edoven. —Por vuestra predisposición, puedo decir con seguridad que también sentís la inevitable tranquilidad que precede a una batalla...

Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora