Capítulo 33 - Honor

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 Guzak miró atónito la escena que tenía enfrente, la joven que irrumpió en la casa de nobles había combatido; o más bien jugado durante minutos contra el enorme comandante de Kirut y finalmente, después de cansarlo, había logrado hundir su acero en su cuello a través de una pequeña apertura entre el casco y la pechera de Doverán.

Ahora solo el silencio impregnaba el pasillo superior del edificio, mientras de la armadura que estaba tirada en el suelo emanaba sangre sin cesar...

—Lo has asesinado... —Murmuró el emisario de Yltamer, sin dejar de prestar atención a la guerrera.

Izun se giró, aquel hombre no había actuado en ningún momento mientras combatía contra el Elementalista de Hierro, ni siquiera cuando fue evidente que este perdía su poder por momentos ante el creciente cansancio de la lucha.

—Y lo haría otra vez. —Contestó ella, antes de volver su rostro con la máscara de Jon hacia el desconocido.

—¡Mi señor! —una tercera voz invadió el habitáculo; una figura que vestía ropajes negros y máscara de bronce oscura irrumpió súbitamente donde estaban los dos, solo para encontrar el cadáver de su maestro en el suelo, todavía caliente al tacto. Por su aspecto, Izun dedujo de inmediato que ese otro desconocido debía ser Burges, el guardián del hombre que acababa de asesinar.

El guerrero se arrodilló ante la tenebrosa armadura, sin prestar atención al mensajero, ni a la joven que había llevado a cabo su cometido contra su maestro.

Las piezas de hierro negro comenzaron a deshacerse instantes después de que el elementalista que las portaba hubiese perecido, incapaz de mantener la estructura elemental desde el más allá.

—¿Has sido tú? —preguntó Burges y volvió su rostro hacia la materializante, sin incorporarse.

Izun quiso escapar en ese preciso instante, pero había algo en su tono de voz que le provocó curiosidad, una profunda tranquilidad impropia de un guerrero al que acaban de arrebatar la vida de su protegido.

—Sí. —Contestó, alerta.

El guerrero dejó escapar un suspiro.

—Supongo que merezco este destino. —Murmuró cansado—. Afuera descansa el cuerpo de Janos, temo haber empleado una sucia estrategia contra él para derrotarlo, pero su sacrificio no será en vano, no para vosotros, al menos. —Agregó.

Izun no comprendió.

—¿Qué estáis diciendo, noble Burges? ¡Atrapad a la asesina! ¡En nombre de Yltamer! —Guzak todavía seguía horrorizado por lo que acababa de presenciar, sin comprender la actitud del comandante del Circulo de Bronce.

—No trabajo para la corona, mensajero. —Contestó el guerrero, ácido—. Y lo mismo se podía decir de mi maestro, por eso han vencido contra él hoy. No dejaré que el sacrificio de mi antiguo compañero haya sido en vano después de haber logrado su misión... Ya no vale la pena ocultar su naturaleza. —Giró su rostro hacia Izun—. Ve, honraré el deseo de Janos por hoy, materializante, pero un día vengaré a mi señor... No lo olvides.

—¿Estás diciendo que sus palabras eran ciertas? ¿Que Doverán era un traidor a la corona, Burges? —preguntó Guzak, sin poder evitar revivir la acalorada discusión entre aquella asesina y el comandante de la ciudad, instantes atrás.

El comandante del Circulo de Bronce no contestó, solo le quitó cuidadosamente el casco a su difunto maestro para ver por primera vez su rostro.

Debajo del metal oscuro se podía contemplar un hombre de unos cuarenta, pálido como la nieve con ojos verdes abiertos de par en par, todavía se podía percibir en ellos el miedo que había sentido en vida.

—Solo le he hecho un favor a Yltamer. —Comentó Izun mientras miraba al emisario de Asgun.

—Debo informar a su majestad de todo esto... El gólem... Los refuerzos... —Titubeó Guzak, todavía con un millar de pensamientos en su cabeza.

—A mí ya no me incumben los asuntos de la corona. No soy yo quién puede aportarte respuestas... —Contestó Burges, mientras extraía de su estropeado atuendo un pequeño circulo de metal ámbar oxidado y lo depositaba sobre el rostro de su maestro.

—¿Qué harás tú...?

El comandante del Circulo de Bronce no contestó, se limitó a mirar por última vez el enorme cuerpo sin vida y dirigió sus pasos hacia el exterior del edificio, ya no le quedaban razones para seguir en Kirut.

Entonces, sin esperar a ver qué más hacia el elementalista o el emisario, Izun escapó por la misma puerta que había empleado para entrar, hacia los edificios que se veían desde el último nivel de la casa de nobles...

La joven imitó el salto que había dado para llegar a la parte superior, ahora para alcanzar el tejado mojado del mismo edificio donde Alina había empleado su poder.

La noche todavía oscurecía la ciudad como un manto protector. Fortuitamente, no era la primera vez que la joven se encontraba en una situación similar, y aunque para un elementalista ciertamente habría sido complicado escapar desde el corazón de Kirut, para ella suponía poco más que un trámite.

Ahora debía dirigir sus pasos hacia la casa de enfermos, donde el barón y su promesa de un justo pago esperaba. Su respiración se agitó al pensar en el guerrero de Edoven, apenas había tenido oportunidad de hablar con él, pero el honorable guerrero era de las pocas personas que había encontrado en su viaje que aparentaba ser tan justo como decía.

La brisa nocturna y la llovizna despejaron su mente mientras brincaba de edificio en edificio y empleaba su poder para acortar las distancias entre ellos.

A pesar del riesgo que había corrido, explicar su destino al Barón del Vino la puso más nerviosa que todo el complot en el que había participado. Mientras dirigía sus pasos hacia el edificio donde conoció a Alina y los demás, Izun pensó en las montañas de Ylimer y su gente, aquella delicada situación que estaba a punto de encarar le recordaba demasiado a sus últimos días en el sur de Edaur... Justo antes de que el sultán y sus secuaces la forzaran a abandonar su antiguo hogar, años atrás...

Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora