Capítulo 47 - El bosque del oso

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 El sendero que llevaba de Tir'na a Piru era unos de los más concurridos en toda la nación de Asgun. O al menos lo había sido antes de que las noticias del Gólem Elemental llegasen a la región central de la nación. Ahora, semanas después de que la ominosa noticia se extendiera por el reino más grande de Viltarión, los tres aventureros miraban las pisadas y marcas de herradura en el sendero con una extraña sensación de temor e inseguridad, sin señal alguna de los aldeanos y las monturas que las habían dejado...

Con aquel lóbrego sentimiento, Izun y Alina agradecieron la súbita e inesperada tranquilidad después de encontrarse con los soldados de Yltamer en la pequeña población. El camino estaba marcado por las décadas de mercaderes y bandidos que lo habían transitado, y el dulce calor que el sol irradiaba durante esos mágicos días de otoño transformaba su caminata en un momento tan apacible como la estancia que habían tenido en el Descanso de Amvil, solo importunada por la ocasional brisa que mecía los árboles del interminable sendero y el ocasional recuerdo de su misión en la ciudad norteña...

—Ya se puede oler el aroma de los pinos, estaremos en Piru dentro de un día, dos a más tardar. —Yzen era el único que no parecía afectado al pensar en el arduo cometido que esperaba al norte—. Debemos escondernos y turnarnos para guardar el campamento que alcemos durante la noche, los Pícaros de Mareni acechan en el bosque del oso a los comerciantes y viajeros solitarios, y dudo que un pregonero les haya hecho saber las noticias del gólem... Sin caravanas ni soldados guardando el camino, nos atacaran tan pronto vean que somos solo nosotros. —Señaló hacia la oscura foresta que aguardaba al lado del sendero.

—¿Son muchos? —preguntó Izun, aquella era la primera vez que escuchaba de aquel grupo en el corazón del reino.

—Quién sabe, el bosque está entre Tir'na, Piru y Mareni. Los ladrones, violadores y asesinos de esas tres poblaciones terminan ahí dentro tarde o temprano.

Rasguán se acercó de manera inconsciente hacia el guerrero cerúleo, aquella conversación pareció evocar pensamientos que prefería no recordar.

—Hablemos de otra cosa, no merece la pena pensar en qué podría ocurrir. —Alina era la única que notó la incomodidad de su joven acompañante.

—Al contrario. —Replicó Yzen—. Si todos dormimos mientras acechan nos veremos envueltos en cadenas de hierro de Ebalor antes de darnos cuenta, si no deciden terminar con nosotros antes.

La elementalista con máscara metálica suspiró.

—Lo sé, solo quería evitar hablar de eso enfrente de él. —Señaló a Rasguán, que miraba a través de su diminuta máscara hacia la arboleda. No necesitaba ver su rostro para sentir la temerosa imaginación del niño dar rienda suelta ante semejantes historias.

—Está bien. —Suspiró Yzen—. Solo quería dejar claras las precauciones que debemos tomar. ¿Hay algo más que os gustaría saber del norte?

—Del norte no, pero me interesa saber qué relación has tenido con el Gólem Elemental para detestarlo tanto como yo. —Admitió Izun—. No es un sentimiento que muchos elementalistas compartan, a menos que esté cerca de su población...

El elementalista de agua rio divertido.

—La única relación que semejante criatura te puede ofrecer. —Mostró su brazo de hielo—. Él me hizo esto. Desde entonces me he preguntado qué es más poderoso, si los elementalistas que lo crearon, o el entrenamiento de toda una vida. —Explicó.

—¿Solo eso...? —el tono de la materializante desveló cierta decepción.

—Sí. No hay honor ni una promesa de riquezas detrás de mis acciones, solo curiosidad.

Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora