Capítulo 30 - Pájaros

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 Alina e Izun por fin esperaban a solo metros del gran edificio donde Doverán se había encerrado durante la estancia de las dos mujeres en Kirut.

Ambas guerreras otearon desde las alturas en todas direcciones, mientras esperaban en completo sigilo la señal que habían acordado con Janos y Ozoka.

—¿Cuánto ha pasado? —preguntó la materializante, sin esconder su nerviosismo.

—Ni media hora, tranquila. —Contestó Alina. La elementalista se había colocado previamente la máscara con forma de búho, y aunque parecía mantener la calma durante la eterna espera, cada segundo que transcurría aumentaba el tamaño del agujero que notaba poco a poco en su interior—. Ahí, mira. —Señaló a la calle principal, a lo lejos. Una columna de fuego se divisó con claridad desde su posición.

—Ozoka... —Izun reconoció el poder del excéntrico músico.

—Solo se ha escuchado una vez. —Su compañera todavía esperaba la señal.

Entonces, las dos oyeron movimiento desde la casa de nobles. Janos se había mostrado directamente ante los guerreros que guardaban la entrada del prestigioso hogar.

—¿Los va a confrontar en solitario...? —Izun puso toda su atención en el hombre que las había guiado hacia el Descanso de Amvil días atrás.

—No importa lo hábil que sea, si le atacan a la vez, acabarán en un instante con él. —El nerviosismo de Alina se hizo cada vez más evidente ante la impredecible misión.

—Debemos ayudarlo. Esos son los guerreros de la Sombra Blanca. —Izun hizo ademán de arrojarse al suelo, desde las alturas.

Pero antes de que ninguna de las dos atacara precipitosamente al grupo de elementalistas alrededor de Janos, los mismos guerreros comenzaron a alejarse hacia el lugar donde habían visto emerger las llamaradas, y al lado del centinela solo quedó un hombre con máscara de bronce y un atuendo de cuero negro con inscripciones.

—¿Quién es? —Alina pudo reconocer una antigua y solemne relación entre los dos guerreros a pesar de la distancia.

—No lo sé, los que se acaban de ir pertenecían al pelotón de Ayonos, él debe ser uno de los hombres de Doverán.

Antes de meditar desde la seguridad de los tejados, un poderoso choque contra las cuerdas del laúd se pudo escuchar desde donde el combate había comenzado.

—Nos toca. —Dijo Alina con un hilo de preocupación—. Rodeemos la casa de nobles, Janos mantendrá al margen a ese hombre, intentaré que los demás guerreros dentro me sigan, pero no puedo prometer que todos lo hagan. —Agregó, y caminó por los oscuros techos de Kirut en la otra dirección, sin dejar de mantener el edificio donde su objetivo residía en su campo de visión.

—Mientras no haya una marea de guerreros esperándome, conseguiré llegar hasta él.

Alina detuvo sus pasos solo cuando ya no podían ver la calle de donde emergieron las llamas ni la entrada del edificio, al otro extremo. Allí vieron una pared de piedra sin ventanas que se extendía más de diez metros hacia el firmamento, separada de las demás construcciones de la ciudad.

—¿Podrás abrirme el paso por ese muro? —Izun todavía no estaba convencida de que su compañera fuese capaz de ayudarla a derribar aquella barrera antes de que los elementalistas en su interior interfirieran.

—Confía en mí. —Le aseguró Alina—. Escóndete, cuando los aleje lo suficiente entra y termina con él.

El sonido de dos aceros chocar se podía percibir desde el otro extremo, el combate entre aquel hombre vestido de negro y Janos había comenzado mientras ellas daban comienzo a la siguiente fase de su plan.

La elementalista puso toda su concentración en los bloques que formaban la pared, a unos metros de su posición. Al cabo de unos segundos, a Izun le pareció divisar una ligera vibración en cada una de las piezas que formaban la enorme pared, y después, un desgarrador sonido precedió a un espectáculo que la materializante no había visto antes en su vida. La dura roca se hizo añicos y mostró el interior de los cuartos que había en esa ala del edificio, así como algunos de los escasos guardas que quedaban adentro. Estaba convencida que, de no llevar máscaras, el semblante de aquellos enemigos habría sido de profunda sorpresa y terror.

—Suerte. —Murmuró Alina cansada y corrió en la otra dirección, para mostrarse ante los sorprendidos guerreros que todavía procesaban lo ocurrido.

Al ser avistada, los elementalistas de Doverán reunieron precipitadamente sus armas y salieron tras la presunta materializante de inmediato, al reconocer la máscara blanca con forma de pájaro.

Izun esperó unos instantes, camuflada bajo el manto de la noche con las oscuras vestiduras encima del mismo tejado donde su compañera había logrado realizar aquella extraña proeza.

La joven vio a media docena de elementalistas abandonar apresuradamente la casa de nobles a través de la pared arruinada... Solo cuando se alejaron observó con cuidado el interior de una de las habitaciones superiores e intentó recordar el plano mental que el Barón del Vino les había mencionado. Después de unos segundos, camuflada en la oscuridad que el ominoso temporal había traído a Kirut, se materializó adentro.

—«En el centro del edificio» —pensó para sus adentros mientras observaba la ostentosa habitación en la que había ido a parar, casi tan elegante como los pasillos del Descanso de Amvil, pero alterado por el inmenso agujero que su compañera había hecho al costado, así como el aguacero que alcanzaba todos los muebles y alfombras que habían sido expuestos a la intemperie durante la agresiva manipulación de los elementos.

La materializante se acercó velozmente a la puerta de la habitación destrozada y posó su oído contra ella. Al cabo de varios segundos, solo silencio llegó desde el otro extremo.

Izun giró el picaporte con cuidado, sabía que la súbita muestra de los poderes elementales que Alina había mostrado habría llamado la atención de todo guerrero que aguardara dentro, pero todavía no sabían que ella estaba allí...

Al cruzar, un pasillo de piedra con alfombras amarillas esperaba sereno, inalterado por el súbito ataque de su amiga.

—¿Burges? —una voz proveniente de uno de los cuartos invadió el pasadizo—. ¡¿Qué demonios ocurre ahí fuera?!

Izun sonrió para sus adentros al reconocer esa pesada voz. Los elementales finalmente le había sonreído.

—Hola, Doverán. —La materializante entonó aquellas palabras con una dulce voz, a la vez que desenvainaba su espada—. Por fin nos volvemos a encontrar.

Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y HierroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora