La luz del día hizo que el sueño acumulado del guerrero se disipara. Termidas había caminado sin pausa hacia el noreste de Pirfén desde medianoche, y su rápido paso hizo que al amanecer pudiera ver el lago Duner en la lejanía, un gigantesco cúmulo de agua al sur de Hilgar que albergaba vegetación imposible en los calurosos meses de verano y superficies de hielo durante el invierno...
Pero a pesar de poder ver el idílico ecosistema en el firmamento, sabía perfectamente que todavía quedaba un largo trecho hasta la fortaleza, al otro extremo.
El sendero de piedras que recorría ahora se extendía desde la población hasta la capital de la nación y pasaba por la renombrada fortaleza, al este.
Pero después de haber caminado durante horas sin descanso ni sustento, un súbito y estruendoso rugido abandonó su estómago en aquel apacible ambiente...
—Parece que tiene hambre, Ozoki. —La voz del miembro de los bufones heló la sangre al comandante de Hilgar.
—Parecía un león al rugir, Ozoku, eso parece. —Contestó la otra materializante—. Pero un león debería ser silencioso para seguir a sus presas, capitán. —Posó su máscara en Termidas—. Sí, sí, silencioso, de lo contrario podríais encontraros como la presa en el camino...
El servidor de Yvelde dejó escapar un suspiro cansado.
—¿Qué demonios hacéis vosotros dos aquí? —preguntó sin emoción y se sentó sobre una piedra cercana para inspeccionar su macuto, sin preocupación aparente por los dos extraños.
—Vimos que estabas siguiéndonos, sí, sí, hacia el lago del norte por el mismo camino... —Negó con la cabeza Ozoki, como si reprendiera las acciones del guerrero.
—Mi señora no tenía confianza alguna en que fueseis a cumplir vuestra palabra, ¿quién lo hubiera imaginado? —rio para sus adentros—. Aunque he admitir que me sorprende veros de camino a Duner. Hubiera jurado que vuestro grupo solo buscaba sembrar discordia en este reino, no ayudarlo...
—Oh, una cosa no quita la otra, querido guerrero de Hilgar. Ese también es uno de nuestros pasatiempos favoritos. —Ozoku se tomó las palabras del honorable soldado como un alago—. Ese y ver la respuesta de soldados como tú o como los del sultán.
Termidas se limitó a suspirar una vez más mientras sacaba de su maltrecho equipaje de cuero un trozo de pan y bayas secas, no había pegado ojo y no estaba de humor para aguantar a los dos chiflados que conoció en la taberna Pirfén, especialmente con el estómago vacío.
—Y escuchar música bajo la luna... —Ozoki entonó aquellas palabras con un anhelo que se podía palpar a través de la máscara.
—Entonces, ¿por qué demonios estáis yendo a Duner? —preguntó enfadado, el comandante de Hilgar todavía albergaba dudas de esos dos y aunque confiaba plenamente en su maestra, no podía decir lo mismo de aquellos extraños malhechores.
—Porque tu líder, la estatua de metal, dice que ocurrirán cosas interesantes allí. Sí, sí, eso dice. —Contestó la materializante de vestiduras finas y holgadas, antes de emplear su poder para aparecer ante el guerrero solitario—. ¿Por qué vas tú? Valiente soldado. —Ladeó la cabeza y lo miró con atención.
—Para detener las fuerzas del sultán. —La sequedad de Termidas era evidente, pero en vez de mantenerse en silencio, la excéntrica materializante decidió presionar más ante la previsible respuesta.
—¿Y solo lo conseguirás? —preguntó Ozoki mientras ladeaba la cabeza hacia el otro lado, cada vez más divertida—. ¿No buscas ni una pizca de aventura en tus viajes?
—No me compares contigo o con cualquiera de tus camaradas, nosotros queremos preservar la paz en el reino, nosotros luchamos por una razón. —Contestó el comandante de Hilgar mientras levantaba su máscara levemente para dar el primer mordisco a su sustento, irritado.
—Nosotros también luchamos por una razón, capitán, una muy simple. —Intervino Ozoku, que imitó a su compañera y se materializó al lado.
Tener a esos dos tan cerca comenzó a inquietar a Termidas, pero evitó actuar bruscamente, todavía podía emplear su poder elemental de ser necesario.
—¿Qué razón podríais tener bandidos como vosotros?
—Hacer lo que deseamos, sí, sí, solo eso. —La materializante sonrió bajo su estrecho antifaz y dio unos pasos hacia atrás, para mirar el cúmulo de agua en la distancia—. Si meditaras lo que motiva tus pasos, valiente soldado, llegarías a la misma conclusión.
—Le podemos enseñar, Ozoki, quizá él también pueda ver... —Dijo su compañero, antes de introducir su mano en la holgada capa aguamarina que portaba.
Al abrirla, Termidas pudo ver el reflejo de media docena de cuchillos colgados del tejido, solo entonces extrajo su propia espada en un único movimiento.
—¡Atrás! —alzó la voz y apuntó su filo hacia el miembro de los seis bufones.
—No hace falta tener miedo, capitán. No tenemos interés en dañarte... No todavía. —Ozoku extrajo un trozo de papel arrugado y lo extendió sobre el suelo. Era el mapa de las naciones del sur. A su lado, el materializante con cuchillos se arrodilló para señalar la frontera con Tirfen—. Solo hace falta mirar el Golfo de Piriferas para comprender que el sultán no enviará el grueso de sus fuerzas por el continente, ¿qué piensas tú, Ozoki?
—Veremos exploradores, sí, sí, espías del sur acechando... Pero nada más. —Contestó la materializante, metros atrás.
—Esa es la idea, interceptar sus avanzadillas antes de que les informen. —Dijo secamente Termidas.
—No podréis defender el reino contra los elementalistas de Tirfen, son demasiados y están preparados. —Contestó Ozoku—. No importa cuantos exploradores suyos llenen vuestros calabozos las próximas semanas.
—Los Escorpiones de Polvo también eran demasiados... —Replicó Ozoki.
—Y no tenían una nación que los apoyara ni conocían la marisma. —Puntualizó el materializante.
—¿Qué insinúas? ¿Que abandone toda esperanza? ¿Por qué demonios vais a Duner entonces si creéis que Tirfen derrotará a nuestra nación? —las palabras del comandante aumentaron en volumen con cada silaba que salía de sus labios.
—No insinuamos nada, valiente soldado. —Contestó la materializante, con toda su atención en el elementalista de vestiduras azules y elegante armadura—. Yo pienso que tenéis una oportunidad, Ozoku piensa que no, quién tiene razón da igual, solo queremos que disfrutes de esta aventura como vamos a disfrutar nosotros. —Agregó divertida.
—¿De veras? Hacía tiempo que no veíamos algo con diferentes ojos. —Comentó el bufón que había desplegado el mapa sobre el suelo.
—Ozoku, incluso con el apoyo de una nación, siempre hay cosas que no irán como Binos planea, sí, sí, eso creo, eso sé. —Contestó la materializante.
El materializante dobló el mapa hasta que se achicó lo suficiente para meterlo en el bolsillo de su brillante capa.
—Interesante, quién adivine el destino de Hilgar tendrá que comprar una nueva espada al otro entonces, Ozoki. —Propuso a su compañera, sin miramiento alguno por el capitán del reino.
Termidas no daba crédito a la situación, de amenazarlo habían pasado a hablar tranquilamente, a apostar sobre el futuro de sus compatriotas y todo lo que conocía, como si el conflicto con Tirfen se tratase de un mero juego de cartas en una taberna.
El guerrero se echó a la boca las últimas bayas que había sacado de su macuto y se incorporó.
—Haced lo que queráis, no me veré envuelto con dos maníacos y sus ideas. —Se alejó del pequeño lugar de descanso.
Los dos materializantes lo miraron alejarse durante un instante y rieron, antes de echarse a andar tras él.
Termidas notó la presencia de los dos bufones, pero no dijo nada, solo suspiró exasperado y continuó su camino... Por mucho que los detestara ahora, esos chiflados eran sus aliados y para su desgracia, parecían encantados de serlo...
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Crónicas de Viltarión I ‧ Canción de Piedra y Hierro
FantasyEn un mundo donde las personas pueden manipular los elementos a su merced, moverse distancias a la velocidad del relámpago y ser trastornados por una simple mirada, el conflicto crece por momentos. Elementalistas y materializantes buscan su lugar en...