La sociedad paga bien caro el abandono en que deja a sus hijos, como todos los padres que no educan a los suyos
― Concepción Arenal
|Bienvenida a Lacronette|
Me siento como una niña pequeña a la cual le robaron el caramelo. ¿De verdad papá me abandonó? Supliqué que no me alejara de él.
Jadeo, sentada en un largo sofá con aires de la era victoriana. Acabo escondiendo la cabeza entre mis piernas cuando se precipitan nuevas lágrimas. He estado aquí durante vete a saber cuántas horas, nadie ha pasado por esta sala.
— ¿Eres nueva?
Dejo de temblar al instante al escuchar la voz, me quedo unos segundos quieta antes de levantar la vista poco a poco. Comienzo viendo unas botas negras acompañadas de un pantalón negro ajustado. Mis ojos se posan sobre el torso masculino, tapado con una camiseta blanca.
Y me detengo antes de ver al chico a la cara. Es de pelo rubio y ojos felinos.
Miro su oreja izquierda dónde hay un pendiente, simulando una cadena con un prisma hexagonal.
No respondo viéndolo unos instantes más, ya que, es... es realmente alto.
— Sí, eres nueva
Acaba por auto contestarse, me abrazo a mí misma con más fuerza al ver que se sienta delante de mí, justo sobre la mesa del centro, también de la era victoriana.
— ¿Por qué lloras?
No respondo, porque estaba cansada y no conocía a ese tipo de nada, observo su mano, viajar hacia la parte trasera del pantalón, allí saca un pañuelo de color blanco, se acerca y me lo entrega. Dudo en cogerlo, pero cuando insiste lo tomo y quito las lágrimas nuevas.
— Me gustan tus ojos, ¿me los das?
Dejo la labor de limpiar lágrimas, su sonrisa se ensancha antes de reír.
— ¿Cómo te llamas ojitos?
— Riley... ¿Y tú?
Mi voz apenas es audible, dejo de mirarlo cuando escucho unos tacones rechinar.
— Respete las normas, prohibida la muestra de perforaciones. ¿Y su gabardina?
La gracia del joven parece desaparecer, eso me hace darme cuenta de que no se llevan bien. Aun así, cuando la señora extiende la mano, supongo que es para que le entregue el pendiente, el rubio se pone en pie, mostrando una sonrisa terroríficamente perfecta antes de inclinarse y besar el dorso, viéndola a los ojos.
— Por favor no sea hostil conmigo. Como siempre es un placer verla, hasta luego.
Cuando sé gira hacia mí, me encuentra con la boca abierta, cuando hablaba conmigo, no tenía el mismo tono, ni formalidad. Comienza a andar hasta desaparecer por la puerta, y en tanto la señora niega, como si el desconocido no tuviera remedio.
— Soy la señora Catalina, en tu dormitorio encontrarás el reglamento, y tus nuevos uniformes.
Me pongo en pie siguiéndola, doy pasos grandes, ya que camina con prisa y sin mirar atrás.
— Tiene cinco minutos para asearse, y a las siete se desayuna, a las doce y media se almuerza, y se cena a las ocho, debe ser puntual, aunque eso ya viene en el reglamento.
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Lacronette
Teen FictionVerdades que duelen, secretos que matan. Una familia inusual, una institución convencional, dos muertos, más secretos, mentiras y escándalos. Bienvenidos a Lacronette.