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Cuanto más malvada sea una persona, menos sentirá que lo es.

—Séneca

| Conversemos |

No sé cuánto tiempo llevo encerrada en estas cuatro paredes. Lo que sí se es que llevo sin comer desde la cena. Que el miedo me cala los huesos y que papá no accede a sacarme de aquí. Bien dice que estoy "loca" porque fui tan ilusa al creer que si le contaba lo que me dijo Harper no volvería a ver jamás el logo de este lugar.

Mi única compañía es la luz solar que se filtra cada que es un día nuevo, los aparatos electrónicos. Lo último que necesito es acabar de perder la noción del tiempo por completo. Y, por último, mis pensamientos.

La puerta vuelve a sonar, pero claro que no la abro.

—¡Deja de insistir, no te...!

No termino, la frase cuando veo la puerta abrirse lentamente, hasta ver a una mujer de pelo blanco con un vestido de terciopelo color granate y de mangas anchas; Catalina.

— Supongo que ya has descubierto la pequeña inusualidad de este paraje.

—¿Pequeña?

— Sí, aquí damos segundas oportunidades a quienes despechan.

— ¿Así que, papá, me ha despechado?

—No

—Bien, porque este no es mi lugar. ¡Y tampoco me merezco esto!

—Hablas como si el trato que se te ha dado fuera inhumano.

— ¡Sea bueno o sea malo, yo no debería estar aquí!

Acabo por bramar.

— Una persona que asesina, no se merece estar en un lugar rodeado de lujo, mientras el asesinado está entre gusanos y tierra. Una persona con una enfermedad mental debería de estar en un hospital psiquiátrico.

— La gente comete errores, y si deberían ser castigados. Pero también perdonados. ¿Dime, has presenciado algún muerto?

Callo porque no lo he hecho. Simplemente, me evitaron, y los que no me ayudaron o trataron bien.

— No lo has hecho.

—No, pero no por nada los profesores andan, mordiéndose la lengua, o cumpliendo los caprichos. Incluso usted lo hizo con Ronan.

— No, y eso...

— Eso que presenciaste no fue, un capricho

—Sí, sí que lo era y pondría mi mano en el fuego, por mi teoría.

Digo a centímetros de su cara

—¡¿Y cuál es esa teoría?!

—¡Mi teoría, Catalina, es que, ¡tengo posiblemente al peor de todos los alumnos detrás de mi obsesionado con mis ojos! ¿Dígame hay fallas en mi teoría?, porque a juzgar por su rostro pálido diría que ¡no!

La miro, notando mi pecho, subir y bajar sin control.

—¿Esa es su, preocupación?, ¿Ronan?. Está bien, hablaré con él. Pero haga el favor de salir de estas cuatro paredes. Le recuerdo que tiene exámenes y una vida fuera de esa habitación.

Sale con prisa, sin cerrar la puerta. Eso me va de perlas, ya que me desahogo dando un portazo, y volviendo a ponerle el cerrojo.

Las siguientes horas, me quedo tumbada, viendo el techo con relieve, y con las manos en la barriga. Que no deja de rugir. Para distraer a mi mente, recojo el espacio en el que he estado subsistiendo.

LacronetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora