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|Masoca|


día/1

Pestañeo lentamente, siento cada latido de mi corazón, y oigo el zumbido que hace que mueva el cuello, me duele y noto mi garganta seca. Abro los ojos, pestañeando por la luz que me quema la retina. Cuando los abro definitivamente, veo que me encuentro en una habitación de un olor tremendamente fuerte y asqueroso, hay moho en las paredes y ratas chillando a mi alrededor. La puerta se abre, veo a un hombree robusto.

— Agua... por favor

— ¿La princesa quiere agua?

Pregunta con burla, no pido que me ayude porque sé que no lo ara, es más, me arrincono más a la pared a la que estoy encadenada.

— Bien te la daré, la necesitarás de todos modos.

Se acerca un poco más con un vaso de cristal, estiro para cogerla, pero se alega un paso, alejo mi mano y da un paso hacia delante, pero al intentar coger el vaso se aleja, hasta que cree haberse reído lo suficiente, cuando creo que me dará el vaso, me tira el contenido en la cara.

— Que te aproveche

Sale de la habitación y no puedo evitar jadear. ¿Cuánto llevaba aquí?, ¿cuánto tiempo llevaría aquí? La puerta se vuelve a abrir, pero esta vez muestra a mi captor verdadero.

— ¿Como te encuentras?

La poca agua que ha caído sobre mi lengua la ha humectado lo suficiente como para que le escupa como respuesta, él no se lo toma bien, provocándome más sudores de los que tengo con una patada en la boca del estómago.

— Riley no te convenía tocarme las pelotas, antes y menos ahora que te tengo, sabes que cualquier cosa que se me pase por la mente la pondré en práctica contigo. Y te puedo asegurar que tú no lo disfrutaras tanto como yo.

Me voy levantando del suelo con una mirada retadora

—Saldré aquí pronto, me sacarán de aquí.

— ¿Quién ara eso?, ¿la policía corrupta?... ¿Tus hombres?, ¿esos a los que dejaste claro que no querías ver?

— Tú no sabes hasta donde llegarían mis "hombres"

Digo en un claro tono de cansancio y de odio

—Puedes golpearme cuanto sea; puedes ponerme cuantas cadenas quieras, pero no dejaré de cantarte tus verdades. Te atraparán y te pudrirás por siete asesinatos. Dudo que vayas a añadir nada más a tu expediente.

— ¿Qué te parece violación?

Susurra en mi oído, dicha acción hace que mi calma se vea agitada, y lo nota cuando pego mi columna vertebral a la fría y maloliente pared.

— No te atreverás.

— Créeme hermanita, metería mi polla hasta el fondo de tu vagina con tal de crearte el mayor mal posible.

No espero que me bese los labios, metiendo su asquerosa lengua en mi boca, la bilis comienza a escalar con el fin de salir por mi boca, me pego más a la pared intentando moverme todo lo que las cadenas me permiten. Sus labios bajan por mi cuello y no puedo evitar ponerme a gritar por el pavor y el asco que me produce. Succiona mi piel con rabia, mordiéndome con fuerza.

Cuando se aleja de mí, mi camiseta se encuentra rasgada mientras yo gimoteo.

— ¡No me llames hermana!

LacronetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora