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El pasado no se puede curar

—Reina Isabel

|Conocidos|

Caminamos, bueno. Ronan camina conmigo en brazos, a pesar de haberle dicho que ya estaba mejor, nieva y estoy congelada.

— Para — Oigo la voz de Alan. A lo que Lúdop se detiene, no siguiente que noto, es que otro par de brazos me toma de la cintura y me baja.

— Riley, cuando lleguemos, debes cumplir unas cuantas reglas, la primera no hables.

— Dejadla en paz

— Lubóng estará allí.

Veo que el rubio se tensa.

— ¿Quién es Lubóng?

— Segunda, no preguntes.

Dicen los amigos del ojiazul

— Y tercero. Veas lo que veas, pase lo que pase. Que tu cara sea de indiferencia absoluta.

— Por favor.

Asiento, y seguimos andando, esta vez con la diferencia de que hay humo en el cielo como si de una hoguera se tratase. Nos acercamos más, y allí diviso, a un montón de hombres, jóvenes y adultos. Todos abrigados y con, puñales, en la cintura. Había pequeñas cabañas, y cada uno parecía hacer una labor diferente.

— ¿Qué sitio es este?

— Uno en el que te pueden matar, fácilmente.

Los chicos caminan seguros mientras yo me escondo como una rata. Y más me escondo cuando una música que escuche en un momento de locura suena, Caprezi 24. Doy una vuela sobre mi propio eje, como si buscara algo, que no encuentro. Me muevo cuando veo que me atraso. Se detienen, y yo me choco con la espalda del pelirrojo.

— Joder que espalda.

— No quebrantes las reglas...

Se calla cuando Ronan, silba atrayendo la mirada. De algunos hombres, le hace una seña a uno y este, se mete en la cabaña central. Juego con mis uñas cuando la música se hace más alta. Escucho unas botas contra la nieve, hasta ver a todo el mundo recto.

— Jeque.

— Lúdop.

— Al parecer el corbatitas, está llegando tarde.

— Te equivocas.

Asomo la cabeza, provocando que mis cabellos hagan una cortina, que ignoro al ver, al que me ayudo en el bosque.

—Ronan Lúdop, vino con un nuevo pajarito.

Un chico castaño con el pelo engominado mira hacia mi dirección, por lo cual giro la cabeza buscando el pájaro, hasta que me doy cuenta de que se refiere a mí. Vuelvo mi vista viéndolo a los ojos, y es un instinto, el apartar a Ronan, viéndolo.

Me suena de algo, sus ojos.

— Y tú quién eres pajarito.

No respondo y no por miedo, sino por fascinación. No por el tipo. Que a leguas se podía ver que era basura si no por sus ojos color caramelo. Como los de Lorey.

— ¿Ya le quitaste la lengua?, pensaba que tardarías más.

Miro al que debe ser Lubóng. Y como la vez anterior, iba elegante, con traje de pies a cabeza, y con un abrigo, de cuero. Dejo de divisarlo cuando oigo andar al chico de ojos caramelo. Que aparta Ronan, y me toma de la mandíbula, haciendo un tanto de presión.

LacronetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora