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|Adiós|

Espabilo en la misma cama en la que lo había hecho anteriormente. Y esta vez tengo a dos hombres delante de mí dando vueltas enfrente de la cama como muestra de enfado, Me siento cuando me miran sin decir nada.

— ¡¿Se puede saber en que estabas pensando cuando te escapaste?!

Ese grito casi de ansiedad y desesperación no creí que saldría de la boca de Callum

— Lo siento.

Necesitaba respirar, y aclarar ideas, si no explotaría.

— No lo entiendes. ¿qué hubiera pasado si te hubieras desmallado mientras el coche seguía en marcha?

No contesto. Ya que no tengo respuesta para eso. El pectoral de los dos subía y bajaba de tal manera que creía que ellos serían los siguientes en desfallecer. Cuando me acogieron cada uno de un tobillo y tiraron de mí para abrazarme no supe que hacer.

— ¿Quién era el que ofrecía dos millones y medio por ti?

— ¿Vendréis al entierro de papa?

— No pensamos despegarnos de ti.

Afirmaron.

— Entonces sabréis quien es con tan solo verlo. ¿Podéis llevarme a mi casa a coger algo de ropa para el entierro? Kosem mando a que incineraran a papa, pude revertir el proceso, pero lo enterraran hoy mismo.

—Está bien, primero come...

Dejan una bandeja en rente de mí y se meten en el despacho. Sé que hablan en susurros para que no los oiga, por eso como deprisa. Intentando ignorar que el gusto al pescado me lo pego papa. Al terminar, pico la puerta. Pensando en la manera en la que me puedo vengar de Kosem.

Treinta minutos estoy enfrente de mi casa, la cual aún está rodeada de cintas amarillas.

— Iré yo, ¿bien?

Asiento, diciendo como se va a mi habitación. Sé que vendrá mucha gente lo que me pone aún más de los nervios. Cuando el rubio entra en el coche, Lubóng enciende el coche de inmediato para volver al apartamento. Allí me pego una ducha realmente larga, y me visto con el vestido negro, y los tacones de plataforma alta. Él me había regalado todo lo que llevaba.

— Ya estoy.

Ellos asienten con sus trajes azul marino, perfectamente planchados.

[...]

Todo es tan deprimente, ver a esas personas que eran amigos de para y tener que saludarlas, ver a todas las personas a las que ayudo. Todo era negro, el paisaje nublado y los cuervos volando sobre nosotros. Joder. Me acerco por primera vez al ataúd, donde se encuentra completamente pálido, suspiro. Viéndolo ignorado al Jeque, a su padre y a Raziel, su hermano y al resto.

Trago porque también tengo delante de mí las lápidas de mama y Lorey

—Esto si es ser masoca, papa... Nada estuvo bien en ese entonces, y nada estará bien.

Pongo la mano a unos centímetros de su cara.

— Puedo leer su briba si quieres. Solo por un módico precio.

Ignoro a Madame Betsabé cuando una gota cae de mí.

— Joder, esto no... No debía pasar. Lo juraste, iba a volver a casa y estaríamos en paz. Acabaron con nuestra familia, dejando me a mí, en vida. Si el asesino supiera lo que se le viene, encima...

LacronetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora