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Ningún hombre debe casarse hasta haber estudiado anatomía y haber hecho la disección por lo menos una mujer 

― Honoré de Balzac

|Disección|

Camino con prisa por este laberinto al que intentan hacer pasar por centro educativo. Llevo mucho tiempo tratando de buscar la siguiente clase a la que debo asistir.

Porque cuanto más rápido lo haga, más rápido dejaré de pensar en las decenas de llamadas sin contestar, de papá hacia mi persona.
También porque quería que una parte de mi cerebro dejara de reflexionar en lo insistente que es el rubio.

El mismo que no dejaba, hacer chistes que, aunque hicieran gracia; no me reiría frente a ese desconocido.

Me obligó a pararme en medio de un pasillo con taquillas medio vacía.

No llegaré a ningún lado, dando palos de ciego.

El pasillo comienza a despoblarse dejando aún chico, me acercó a él y toco varias veces el hombro.

— Disculpa... ¿Disculpa?... Hola...

No se da la vuelta, ni tampoco dialoga, así que, doy unos cuantos pasos hasta llegar, al frente de él.
Allí es cuando me percató de que sobre la taquilla hay un rastro de polvo blanquecino junto a una bolsita de plástico. De inmediato doy un paso atrás.

Pero para mi desgracia, la joven gira su mirada hacia mí. El pelo le llegaba por las orejas, con muchas ondas, sus ojos almendrados con pupilas dilatadas e iris ambarinos.
Sus labios de arco pronunciado al igual que sus pómulos. Aparentemente, un rasgo común; pero su belleza, a la vez, no era común.

Frotó su nariz, sacándome de mis pensamientos, justo antes de mostrar una amplia y vacía sonrisa.

— Eres nueva, nunca habías venido a mi ¿cierto?

¿Venir a él?, niego anonadado.

— Ya todos decís lo mismo, por ser la primera vez, será de regalo.

Coge, mi mano, con sus fríos y largos dedos, dándome un escalofrío. Trata de poner una bolsita en mi palma, pero la apartó.

¡No quiero más problemas con la desquiciada de Catalina!, y, además; ¡ya he perdido Mucho tiempo!

— N-no, e-eres muy amable, pero; yo, solo buscaba el aula de biología.

Chasquea la lengua antes de apoyarse en su taquilla.

— Segunda escalera a la derecha, puerta 016. Preciosura, si quieres relajarte no dudes en acudir a mi taquilla.

— M-muy amable.

Me doy la vuelta y camino a paso rápido para desaparecer de ese lugar.

Sigo sus indicaciones que me llevan efectivamente al aula donde aún sigue llegando gente, aspiro pesadamente.

La clase está bien estructurada. Las mesas de hasta cuatro plazas que esta vez se utilizaba en parejas, con equipos especiales. Taburetes negros.

Después de divisar todo el sitio me decanto por sentarme en una mesa vacía al lado del ventanal.

Dejo caer la mochila liberando una gran parte de peso y sacar el estuche, suena el timbre y el profesor con bata blanca deja de preparar las cosas para darle comienzo a sus clases.

Pero no le hago caso, ya que he visto a muchos acercarse a la mesa en donde estaba, pero al verme, se alejaban por completo.

Ignoro nuevamente ese hecho, pues consigo abrir un poco la ventana sintiendo una pizca de brisa.

LacronetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora