|Día de la visita|
Aparco en mi barrio, en frente de mi casa. Dejo mi cabeza caer sobre el volante soltando aire. Todo se veía como cuando me fui. Los árboles seguían tan verdes, zarandeándose de un lado al otro, espolvoreados por nieve. El suelo cubierto por la blanca nieve que ha estado cayendo durante la noche. Lo único diferente son los porches decorados con luces, muñecos de nieve y demás. Miro hacia mi casa y lo único en lo que soy capaz de pensar es que desentona tanto. No hay luz, ni color. Aun siendo de las casas más grandes que hay por el lugar.
Suspiro antes de desabrocharme el cinturón y salir pegando un portazo. Cunado, llego al portal, busco la llave entre las macetas de plantas, miro y escarbó en las tres macetas, pero no hallo nada por lo cual me lleno de valor y pico el timbre.
¿Y si no me quiere ver? ¿Y si no abre porque no quiere saber de mí?
Tapo la mirilla de la puerta volviendo a picar el timbre más agitada.
¿Se habrán adelantado a mí?
Él ya debería estar despierto, esta es justo la hora en la que se despierta. O al menos lo era. Mama y papa creían que no nos dábamos cuenta de cómo en la madrugada dejaban los regalos antes preparar un rico desayuno... los dos; Juntos. Diría que es de mis tradiciones favoritas.
No me molesto en rodear la casa para entrar por la puerta de la cocina, puesto que esta se cierra en la noche y no se vuelve a abrir asta las nueve.
¿Por qué no abres papa?
Maquino rápido llegando a la conclusión de qué deberé ir a la casa de verano, seguramente allí habrá alguna llave. Escondida o que sé yo.
Me subo al coche de nuevo y empiezo a conducir, paso una hora hasta llegar a la zona boscosa. Salgo del coche dando pasos largos, para así no mojarme con la lluvia. Rodeo la inmensa casa hasta ver una casa del árbol. Me detengo unos instantes contemplándola. Me traía unos malos recuerdos brutales. Pero a la vez...
Mi tío me ordeno que la construyera, yo sola con trece años, desde cero, cortar la madera, pulirla, pintarla. Utilizar máquinas que podrían haber acabado con mi existencia y todo... para que la tuviera Lorey. Eso me enfado sobremanera. Pero al culminarla, ella corrió hacia mí. Se calló raspándose las rodillas, pero se levantó y siguió corriendo, hasta llegar a mí, y salto sobre mí de tal manera que me tumbo, besándome y diciéndome cuanto me quería...
Un trueno hace que las lágrimas que se estaban formando en mis ojos salieran, me seco las mejillas y tiro de la trampilla para que caigan las escaleras, las subo y busco en los cajones de la mesita, hasta encontrar la trampilla secreta. Cojo las llaves y salgo de ese lugar volviendo al coche que enciendo aún sin importar que la puerta esté abierta.
Tardo en llegar a mi casa, ya que cortan una carretera, pero lo importante es que ya estoy. Meto la llave aun aturdida por tantos recuerdos de golpe, cuando la abro chirría un poco. Me adentro en la casa totalmente oscura. Antes de cerrar la puerta, oigo, la música. Me alarmo, porque sé que eso no puede significar nada bueno, subo corriendo las escaleras, para revisar todas las habitaciones, pero no encuentro a nadie, bajo las escaleras para ver el primer piso, cuando estoy a punto de meterme en el pasillo, veo la silueta de algo grande en el salón lo que hace que corra hacia este.
El grito que suelto al ver lo que hay enfrente de mí es ensordecedor. Me quema la garganta, pero no más que el pecho. La música se detiene, y las persianas eléctricas se abren lentamente, dejándome apreciar mejor a papa,atrabesado por barras de construcción, el acero en vez de ser gises es rojo, por la sangre de mi padre, la misma que está sobre el suelo, lleno de bolsas de comida y latas de cerveza.
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Lacronette
Teen FictionVerdades que duelen, secretos que matan. Una familia inusual, una institución convencional, dos muertos, más secretos, mentiras y escándalos. Bienvenidos a Lacronette.