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— Debes ponerte recta, Riley, ¿por qué no puedes ser educada como Lorey?, ¿Sabes? Deberíamos cambiar tu ropero

Gracias pero no mama

Miro mi ropa, chaquetas de quero, tops, faldas, ropa ajustada.

— Volveremos en un rato adiós, cuídate eh

Me da un gran beso en la mejilla y asiento. Debe inscribir a Lorey a clases de patinaje sobre hielo mientras a mí me tocan las clases de violín...

— Póngase recta, y coloque bien sus dedos... haga el favor de dejar de ser la vergüenza de la familia.

Llevo aproximadamente una hora tocando, el violín, de pie recta con libros en la cabeza. Coloca mis dedos y hiere mi corazón con palabras que me gustaría que fueran inciertas.

— Si quiere ir a ese campamento, póngase las pilas.

Me dolía la barbilla y el cuello, la espalda y los pies. Pero no descansaba, da igual cuanto llorara, seguiría hablando. Pasan más horas y no ceno por el simple echo de hacer un bonsái dorado enorme para Alice, porque ella no hizo el suyo.

El día siguiente, se lo di mientras lloraba porque había hecho el dibujo de un arbusto. Claro que se lo di con la excusa de que lo tenía en casa y que no me había pasado una noche entera intentándolo hacer perfecto

— Espera, no vayas tan rápido que me pierdo

— Estamos a punto de entrar a clase, y son cincuenta problemas, si no te lo dicho rápido, no aprobaras.

Dice aún pasándome los problemas de matemáticas

— Hola... hem Riley

— Hola

Saludo a quien me ha saludado sin prestarle mucha atención.

— Supuse que... bueno, tal vez no habías hecho los problemas... sé que te cuestan

— ¿Me estás llamando tonta?

Pregunto levantando la vista

— N-no e-eres muy lista...

Tranquila es coña

La chica de ojos miel suelta aire con alivio mientras yo le sonrío.

— Bueno, lo que quería decir es que, toma... Si necesitas algo, no dudes en pedírmelo.

— ¿Y como te llamas?

— Me puedes llamar Maya

Deja caer una carpeta y se marcha con prisa, al abrila encuentro los problemas de matemáticas.

— Que suerte

—¿Que querrá cambio?

Efectivamente, esa situación se repito muchas veces, Maya seguía teniendo vergüenza, aunque la invitábamos a comer o a fiestas, se negaba.

—¿De donde sacas todo eso? Tus pulmones comienzan a preocuparme.

—No lo sé,solo abro mi taquilla y están allí, por cada paquete hay un mechero nuevo.

Le respondo a mi amiga, más bronceada de lo normal, puesto que veníamos del verano.

— ¿Y no te preocupa que sepan que hay en tu taquilla?

— No mucho la verdad

— ¡Riley!, mira el Instagram de quien te trae papi.

Niego cerrando mi taquilla, dejo de mirar al castaño cuando el teléfono me suena, no puedo evitar sonreír como una estúpida cuando Amnas me manda un mensaje. Estiro rápidamente mi mano cunado, Alice intenta ver de quien se trata.

LacronetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora