15

2.1K 137 10
                                    

Un jugador con un sistema tiene que ser, en mayor o menor medida, un loco

―George Augustus

|Juguemos|

— Escúchame bien, bazofia andante, me da exactamente igual con quien andes, o de quien seas. Yo cocino, por lo tanto, yo reparto.

— Eso no funciona así, lo único que pido es que me ponga lo mismo que le ha puesto al resto de alumnos.

Comienzo a irritarme, pues parezco un loro al repetir lo mismo una y otra vez. Gerda no cede a ponerme fajitas como al resto de los alumnos que se encuentran en el comedor, sino que pretende remplazarlo, por frituras de verduras, mal hechas y grasientas.

— ¡Me quejaré con la directora, del centro!

Estoy segura de que es por el resultado del debate, pero sigo conteniendo las ganas de verter agua sobre las fajitas para que vuelva a prepararlas como manda el reglamento.

— Gerda, are que te tragues esas frituras, y no de muy buena manera, no hagas que mi peor versión salga a la luz. I entrégale las fajitas.

Me yergo, al escuchar la voz ronca de Ronan. Lo siguiente que veo es a Gerda, entregando las fajitas, viéndome con muy mala cara. Las tomo mostrando mi sonrisa más falsa, para así después coger el plato y dirigirme a la mesa ignorando a Lúdop.

— Ya está. —Me siento y tomo una porción de la comida, para mascarla con ganas, tenía hambre, mucha hambre. Romy se fue una fiesta en honor al equipo ganador. Intento tragar rápido, ya que el chico de mi lado no para de toquetear mi moflete, que tiene un bulto por la comida.

— ¿Qué diablos quieres?, ¿acaso me ves que estoy comiendo?

— Ya está

— ¿Ya está, el que Ronan?

— Ya no eres "mía", y te pediría perdón, pero no me arrepiento, ojitos.

— Bien te puedes ir.

Meto otro bocado en mi boca con el pensamiento de que solo me falta el pelinegro. Talvez le dirigiría la palabra si no me sintiera tan incómoda, por el otro día, sigo consumiendo la comida, tratando de ignorando su mirada penetrante. Pero termino hartándome, dejando el tenedor en el plato, trago, y lo miro con frustración antes de comenzar a hablar.

—¿Ronan quieres algo más?

— No sé... ¿Tal vez que me dirijas la palabra? — Giro la cabeza cuando escucho la puerta, cerrarse y es allí cuando me doy cuenta de que, solamente estamos las dos, miro hacia delante, haciendo una cobra por la impresión de tener a Ronan más cerca.

— ¿Y-y los de-demás?

—Se fueron hace tiempo ojitos. — Su voz baja y ronca provoca que me duela de manera placentera el bajo vientre, paso saliva sin saber bien, como salir de esta situación en la que solo me escanea. El ojiazul se detiene en mis labios los cuales no puedo evitar lamer. Oigo mi corazón palpitar, lo cual es una clara señal de que debo irme. Pero se acerca un poco más, lo suficiente como para que nuestras narices rocen. Tomo mi plato, y aclaro mi garganta, para poder hablar.

— V-voy a... a dejar esto eh

Doy pasos largos, metiendo la barriga para dentro para que esas "mariposas" se mantuvieran quietas. Llego al mostrador y pego un salto para ver hacia su interior, pero no logro ver a nadie.

Jadeo, cuando el rubio me atrapa entre el mostrador y su cuerpo, las manos se me debilitan, al igual que las piernas cuando, sus largos dedos, hacen un recorrido descendente de mis hombros hasta mis manos, acabando por entrelazar nuestros dedos. Sigo parada con la garganta seca, y viendo al frente. Quiero reaccionar, pero mi raciocinio es casi inexistente.

LacronetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora